Analistas 21/08/2025

La paradoja de las economías indígenas

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

Ante la catástrofe electoral del socialismo indígena boliviano, tras 20 años de ejercicio del poder, cabe preguntarse por las perspectivas políticas y económicas de los movimientos étnicos en todo el continente, más allá de las simplezas populistas que planteara Amlo o las convenientes teorías del mestizaje que pretenden disipar las diferencias bioculturales de nuestros territorios para favorecer otras modalidades de extractivismo. Soy consciente de que es tremendamente arriesgado hablar de estos temas en medio de perspectivas tan asimétricas de la realidad, donde los colonialismos, incluidos los pretendidamente “liberadores” han hecho estragos debido al oportunismo de quienes pretenden usar causas justas sin realmente estar interesad@s en la justicia. Sin embargo, también reconozco procesos experimentales autónomos que se resisten a ser cooptados por las diferentes vertientes de los “bienpensantes”, y que nos piden cuestionar todos los estereotipos identitarios si queremos construir una sociedad sana en el debate intercultural.

Bienvenida entonces la publicación reciente de la organización Dejusticia acerca de las concepciones del territorio del pueblo Awá, en la frontera entre Colombia y Ecuador, un libro profundo y rico en términos del análisis de las perspectivas originales que esta nación plantea al entenderse a sí misma en sus territorios ancestrales, algo que para “l@s colombian@s” sigue siendo absolutamente incomprensible: la noción de que hay muchos sistemas de pensamiento radicalmente distintos, libres del determinismo neurobiológico, independientes de las categorías y procedimientos occidentales, e incluso intraducibles. Claro, tampoco aceptábamos la noción de un pensamiento femenino o gay, provenientes de la exclusión deliberada de personas en un sistema que inventó y naturalizó los géneros para ejercer formas de poder específicas sobre ellos, tema que aún fastidia e incomoda en una sociedad donde aparentemente tod@s somos “personas iguales”. Cuando concebir la vida de las selvas, los ríos o las montañas desde el conocimiento Embera, U’wa, Desana, Andoque, Ticuna o Nukak ni siquiera representa un tema para la mayoría de colombianos es difícil aceptar que no estamos de acuerdo en la definición de bienestar, libertad o felicidad, y hacemos llamados ingenuos, inanes o incluso violentos “a la unidad” para conseguirlo. La violencia evangelizadora o el asistencialismo empresarial, estatal o de la sociedad civil provienen de esa profunda incomprensión de la diferencia, y del ejercicio, aún romantizado, que la empareja con la noción de pobreza o enfermedad, y así justificar la transculturación (y donde llamar la atención al respecto es la “amenaza woke”).

Los Awá, tanto como los Siona, los Kofán, los Inga, los Kogui han sufrido una guerra frontal por parte del narcotráfico y diferentes grupos armados que los han juzgado y agredido por no haber accedido al cultivo de la coca en su territorio. Muchos prefieren señalar al petróleo, no a la cocaína, y a los pozos o los oleoductos (afectados por el exceso de perforaciones ilegales y voladuras), como la fuente de todos sus males, pero pronto la preocupación por el crudo será tema del pasado, en medio del reconocimiento a las luchas por la autonomía de los pueblos y organizaciones étnicas, con un control territorial casi al extremo de la federalización. Se enfrentarán con ello, como las gentes de Oruro y el Uyuni, de San José de Ure, Perijá o el piedemonte de Mocoa, a las mismas preguntas que el resto de Latinoamérica: ¿cómo proyectar las perspectivas ancestrales, incluidas las grecoromanas, en un mundo irreversiblemente transformado, por fuera de los estereotipos ideológicos que se siguen tratando de implantar en sus sociedades?

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Cultura - Justicia