Analistas 12/05/2014

Libro Rojo

Brigitte Baptiste
Rectora de la Universidad Ean

Se presentó en la Feria del Libro el primer volumen de la lista actualizada de aves de Colombia cuya supervivencia se considera amenazada. En ella, docenas de expertos analizan la totalidad del conocimiento disponible acerca de una “lista corta” (más de 200) de especies de pájaros colombianos, previamente acordada, en un contexto histórico y territorial, con el fin último de identificar aquellas que deben ser objeto de medidas de protección por parte de la sociedad. La primera razón para elaborar una obra de este tipo, que además se replica en cada país del mundo y se utiliza para construir un informe global agregado, es indudablemente ética: los seres humanos, por acción u omisión, no tenemos derecho a extinguir ninguna forma de vida en el planeta, y cuenta de nuestro estado civilizatorio es la capacidad de reconocer y fortalecer esa capacidad de cuidado vital.

Los libros rojos, que se extienden a todos los grandes grupos de organismos vivos de la Tierra, además de ser bellísimos y rigurosos compendios de conocimiento biológico y ecosistémico, operan como un dispositivo científico y moral, un artilugio de la memoria de los efectos que el paso de los humanos está teniendo en la biosfera, para la cual sin duda somos una grave epidemia, como indica también la fiebre climática que le afecta. Sin embargo, no son sólo portadores de noticias malas, pues demuestran, como comentó su principal autor Luis Miguel Renjifo, que en muchos casos ha sido la falta de investigación y de capacidades de recorrer el territorio colombiano, las causantes del disparo de alarmas acerca del estatus de las aves consideradas en peligro de extinción, una proporción importante de las casi 1900 especies que Colombia debe proteger en nombre de la humanidad y que constituye el 20 % del total de aves del planeta. 

Una obra de este calibre sólo es posible si hay un gran acuerdo entre los expertos y las instituciones que, en otras mesas y en el día a día se enfrentan en el mercado de los escasos fondos de investigación, algo para destacar: aportaron a ella 95 personas, 135 colaboradores y seis instituciones, coordinadas por los 7 autores principales. Hay decenas de fotografías y gran cantidad de información aportada por ciudadanos que han desarrollado una admirable pasión por las aves, y que día a día construyen el sistema de monitoreo ambiental más sólido imaginable y que se está replicando poco a poco con otros grupos de seres vivos: el que produce el conocimiento colectivo. Además de mapas detallados, estadísticas y textos contundentes, el libro cuenta con las más bellas acuarelas de Robin Schiele, que complementan la obra editada por la U. Javeriana.

Arte, ciencia y participación nos entregan una interpretación detallada de los efectos que las actividades lícitas e ilícitas de minería y agricultura, la expansión urbana y la construcción de infraestructura  tienen en el territorio, y a través del uso de las aves como indicadoras, nos señalan las profundas implicaciones del modelo de desarrollo que seguimos, a la vez que la urgencia de replantearlo, ya no solo por responsabilidad  con los demás seres vivos, sino porque sabemos que todo aquello que le sucede a ellos es una señal temprana de lo que puede sucedernos a nosotros.

Los libros rojos son una alerta contra la extinción, al alcance de todos, y una invitación serena a intervenir contra ella, como única alternativa. Solo por curiosidad y a manera de ejemplo, hay que revisar el caso del tucán andino (Andigena laminirostris, pp 148), hermosísima ave de las montañas de Nariño y Putumayo, considerada Vulnerable, pues ha perdido una tercera parte de su hábitat boscoso por la expansión de cultivos de uso ilícito y de cuya historia natural occidente nada sabe: habría que preguntarle a los Awa y a los Cofán, que seguramente la conocen, para una próxima edición…

Ocho núcleos de deforestación fueron reportados esta semana por IDEAM y el Ministerio de Ambiente, coincidentes en un 25 % con los cuatro municipios del piedemonte caqueteño donde en medio del conflicto avanza aún la apropiación de tierras mediante el uso de la ganadería más ineficiente y costosa, social y ambientalmente, del mundo. Señal de que sin paz, tampoco podremos hacernos cargo de la biodiversidad.