Analistas 11/08/2021

Grandes historias

Camilo Guzmán
Director ejecutivo de Libertank

Si usted ha leído las columnas publicadas por diferentes invitados de Libertank cada miércoles en este diario encontrará que cada cierto tiempo se introducen nuevos temas sobre la trascendencia de la libertad económica en el progreso de la humanidad. Las primeras columnas se trataron de definiciones y mitos, luego diferentes autores demostraron cómo la libre empresa ha traído avances y mejoras en casi todos lo indicadores, especialmente en los relacionados con la disminución de la pobreza.
Hoy inicia un nuevo capitulo, en esta ocasión dejaremos las estadísticas y los conceptos para pasar a contar historias. Colombia tiene una interesante historia empresarial que ha sido contada muy pocas veces, detrás de nuestras empresas hay aprendizajes, lecciones y experiencias que son ejemplo para las nuevas generaciones. Los invitados a este nuevo capitulo escribirán 10 historias y anécdotas sobre empresas colombianas de todos los tamaños y cómo han logrado mejorar la vida a miles de colombianos con innovación y resiliencia. Seguramente, usted se estará preguntando ¿historias cómo cuáles?, como abrebocas a las que vendrán, quiero contarle una que conocí hace poco y que demuestra que el verdadero empresario siempre está pensando en el bienestar de los demás.

En el municipio de Sucre, en el departamento de Sucre, hay una pequeña isla con inmensos desafíos en materia de pobreza, alcantarillado, entre otros. El corregimiento de La Isla del Coco, uno de tantos lugares apartados de Colombia, en donde ocurren historias que solo conocemos en los libros de García Márquez. Este lugar, que vive de la pesca y la agricultura, estuvo muy afectado por las restricciones a la movilidad en medio de la pandemia, el ingreso de casi la totalidad de sus habitantes llegó a ser de cero pesos por varios meses.

A pesar de la tragedia, las personas de este lugar contaban con una especie de ángel, el propietario de la tienda, de quien no conozco su nombre pero que sin duda se merece todos los reconocimientos. Esta persona, durante varios meses y guardando la esperanza de despertar algún día de esa pesadilla, nunca paró de ofrecerle a la comunidad productos necesarios para su subsistencia a través de ese mecanismo, creado en el orden espontáneo del que hablaba Hayek, el popular “fiao”. Todos los días, este empresario anotaba en su cuaderno los productos que las personas iban necesitando, sin tener certeza de cuándo recuperaría la caja.

Como en los cuentos de Macondo, a esta zona apartada llegan las noticias varias semanas después. Sus habitantes se enteraron del programa Ingreso Solidario cuando faltaba poco para levantar las restricciones, gracias a una visita del Departamento para la Prosperidad Social. Como ninguno tenía acceso a internet, tuvieron que viajar todos a Sincelejo para cobrar los subsidios acumulados. Me cuentan quienes estuvieron allí que el más feliz era ese tendero, por fin tendría caja para volverse a surtir.

El propósito superior de este tendero no es el ánimo de lucro, es el de servirle a la comunidad, tratar de hacerle mejor y más fácil la vida a las personas que viven con él en este lugar. Ese es el verdadero empresario y lo que hace es el verdadero capitalismo. Los invito a leer los miércoles las historias que diferentes autores invitados por Libertank contarán en estas paginas, sobre empresarios que parecen superhéroes.

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