Analistas

¡O despertamos o nos jodemos!

Camilo Guzmán

Colombia pierde su libertad, a pasos lentos pero seguros, y la mayoría de los colombianos siguen dormidos, dando por sentado que el sector político afín al presidente Gustavo Petro dejará el poder en 2026. No podemos ser tan ingenuos. El riesgo es enorme: si no despertamos, estaremos condenados a décadas de estatismo, pérdida de libertades y destrucción de la democracia.

Recordemos que el expresidente Juan Manuel Santos, a pesar de altos niveles de desaprobación, logró su reelección utilizando toda la maquinaria estatal. Petro hará lo mismo, sin escrúpulos; en palabras de su embajador en Chile, volverá a “mover la línea ética” cuando sea necesario para asegurar la permanencia de su proyecto político. No llegaron al poder para soltarlo en un solo periodo.

Dejemos algo claro: el problema no es solo Gustavo Petro, sino las ideas que representa, ideas que han ganado terreno de forma alarmante e infiltrado incluso a la “oposición”. La izquierda ha avanzado vertiginosamente y su discurso ha calado en empresarios, estudiantes, políticos y trabajadores de todas las clases sociales. Hoy, muchos exigen más Estado, más subsidios y más intervención, ignorando que este modelo centraliza el poder, aplasta la libertad y es una condena a la pobreza.

La estatización, la dependencia de subsidios y la intervención estatal en todos los aspectos de la vida no es una moda pasajera, sino una tendencia enraizada durante años, que ha profundizado una mentalidad mayoritaria dependiente del Estado.

Hay quienes creen que el proyecto de Petro se desprestigiará solo, pero no entienden que el estatismo ya ha echado raíces profundas en la mentalidad de los colombianos. La idea de que el Estado debe proveer todo y para todos ha sido reforzada por décadas de políticas intervencionistas.

Luego están los que esperan un “salvador” de la derecha, confiando en que aparecerá un líder que nos rescatará. Esos son los más ingenuos. Primero, porque no llegará ningún salvador con la fuerza política suficiente para derrotar el poder estatal por sí solo. Segundo, porque la mayoría de los líderes de la “derecha” no ofrecen una alternativa radicalmente opuesta al estatismo de Petro.

Por ejemplo, la propuesta del Centro Democrático de crear una prima extra para sectores que crezcan más de 4% es absurda; castiga al exitoso. Los colombianos no pueden seguir forzados a elegir entre el socialismo estatista real o una copia. Naturalmente, preferirán el original.

La alternativa debe ser una defensa sin concesiones de la libertad. Necesitamos una visión que reduzca el tamaño del Estado, promueva el libre mercado y elimine las barreras que impiden a los ciudadanos trabajar, emprender y prosperar. Debemos abandonar el asistencialismo que ha creado dependencia y reemplazarlo por un entorno donde se premie el esfuerzo, se protejan los derechos individuales y se respeten las decisiones personales. Esa es la única vía para construir un país libre y próspero, donde cada colombiano pueda alcanzar su máximo potencial.

El mensaje es claro, especialmente para los empresarios: deben meterse la mano al bolsillo e invertir en iniciativas que trabajen por transformar la mentalidad del país y ofrecer una alternativa real al modelo estatista. Ya no hay margen para la apatía. O nos sacudimos y despertamos, o actuamos con determinación para cambiar esta realidad, o nos jodemos.

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