El 5 de junio de 1974 fue establecido por la ONU como el Día Mundial del Medio Ambiente. Esta fecha busca intensificar la acción de gobiernos, para motivar a la comunidad hacia cambios de actitud con respecto al desarrollo sostenible, la sensibilidad ambiental y la cooperación a todo nivel.
Según la ONU, 19 países son los que lideran 9 áreas de acción para dar cumplimiento al Acuerdo de París, estas son: mitigación de emisiones, impulsores sociales y políticos, movilización pública y de la juventud, transición energética, transición industrial, infraestructura local y en ciudades, medidas sobre ecosistemas terrestres y forestales, resiliencia y adaptación, y financiación climática y fijación de precios del carbono.
Pero todas estas loables iniciativas, con planes definidos y presupuestos generosos, se ven opacadas por hechos que llevan a expertos a dudar sobre los resultados que puedan dar varios de los planes que han definido. A esto se suman los resultados sobre el Informe de la Disparidad en Emisiones de 2019, donde los países en la última década no consiguieron poner freno al aumento de emisiones de Gases Efecto Invernadero, lo que conlleva a que ahora se necesiten reducciones más drásticas y en menos tiempo.
Pero quizás una de las áreas de acción que mayor controversia genera, es el rol de los impulsores sociales y políticos, y las movilizaciones públicas y de la juventud; en donde existen conceptos como los del doctor Walter Williams, profesor de economía en la Universidad George Mason, quien considera que los ambientalistas se equivocan sistemáticamente desde hace muchas décadas con predicciones apocalípticas que no se cumplen, citando ejemplos en los que se vaticinaba que el mundo se iba a quedar sin carbón, sin petróleo, sin gas natural, sin tierras cultivables y sin agua potable para finales del siglo. Pero que, por el contrario, demuestra con hechos irrefutables que ha aumentado la oferta de todo eso que los ambientalistas temen se va a agotar.
A esto se suman predicciones como la reducción de la población global por cuenta del hambre (Erlich -1968- Lester-70´s) desvirtuadas actualmente, o la destrucción de los bosques por lluvia ácida en donde el gobierno de EE. UU. gastó US$700 millones, para demostrar que no hay evidencia sobre esta afirmación.
Adicionalmente, en los últimos años el intervencionismo político mediático, con excusa ambiental y de otros intereses, ha justificado medidas que han llevado a la comunidad a tomar partido por causas sobre las cuales son muy pobremente informados, a través de pseudo ambientalistas e influenciadores, que se manejan por un libreto que les es enquistado y sobre el cual no admiten ningún tipo de objeción.
Y no se debe entrar en la posición obtusa de negar la necesidad del debate, pero tampoco son aceptables las posiciones radicales que no apelan al bien general. Nuestro empeño en creer las manipulaciones y las mentiras de los ambientalistas conducen a políticas erradas, que atrofian el desarrollo de los pueblos.
El país vive por estos días sonados litigios sobre la conveniencia de adelantar los Proyectos Piloto de Investigación Integral para los yacimientos no convencionales, que tienen todas las características acá descritas. Ojalá las cortes acierten en sus sabias decisiones.