En EE. UU., un debate que nos afecta
Vergonzoso resultó el primer debate entre los candidatos presidenciales Donald Trump y Joe Biden, en donde primaron las ofensas, y como en un partido de béisbol al mejor estilo de la estrella colombiana de los Yankees de Nueva York, Giovanny Urshela, hubo más preocupación en los contendientes por ver quién asestaba el mejor batazo que significara un home run en la opinión pública.
La contienda electoral entre Republicanos y Demócratas indicará el rumbo sobre temas trascendentales como la participación de EE.UU. en el Acuerdo de París, el desarrollo de los yacimientos no convencionales (YNC), la transición energética y el uso de energías renovables, la geopolítica, y la relación oferta - demanda de crudo en el mercado mundial.
La atención y expectativa de la comunidad mundial es muy grande, teniendo en cuenta que los candidatos tienen posturas diametralmente opuestas sobre estas cuestiones; en particular hay un asunto muy sensible como es el curso de la política energética, en donde EE.UU. es un protagonista y líder al ser el mayor productor de petróleo del mundo, con 10,98 millones de barriles por día (mbpd), según reporta la Administración de Información de Energía (EIA).
En los últimos años, EE.UU. es el país que más ha avanzado en el desarrollo de los YNC a través del fracking, lo que le ha permitido pasar de una producción de 5,5 mbpd en 2006 a casi 13 millones a finales de 2019. En su mandato, Trump ha promocionado el desarrollo de la industria de los hidrocarburos y la ha convertido en un elemento clave de la independencia energética, la competitividad de su economía y la seguridad nacional.
Aunque Biden anunció que no prohibiría el fracking, su propuesta se centra en darles a las energías renovables un rol central en la generación de energía y de puestos de trabajo, con lo que planea colocar más de 10 millones de empleos dedicados a la construcción y operación de una nueva infraestructura energética. Para ello, el candidato demócrata buscará invertir US$400.000 millones durante los próximos diez años. La disyuntiva que plantea Trump es de dónde planea Biden obtener los recursos de una inversión de esta magnitud, si no es de los que se obtengan de las exportaciones de hidrocarburos.
El mundo también está expectante de estas elecciones por la implicación que tendría el triunfo de Biden en el tema del Acuerdo de París. El demócrata anunció que en su primer día de gobierno volvería al Acuerdo, a diferencia de Trump quien justificó el retiro por ser dañino para la economía y por tener actualmente las emisiones de carbono más bajas a diferencia de China, Rusia e India.
Esta aseveración la respalda el consumo de carbón de EE.UU. que se desplomó 18% en 2019, llegando hasta el punto más bajo desde 1975 y con esto las emisiones de GEI se redujeron 2%, debido al reemplazo del carbón por gas del fracking, el cual es menos contaminante.
Pero las opciones que se tienen no parecieran satisfacer los intereses ni de americanos, ni del resto del mundo, que se polarizan entre una opción nacionalista, proteccionista y ávida de satisfacer las necesidades de su economía interna, y otra que se antoja socialista, incluyente y favorecedora de objetivos vitales de supervivencia aun a costa de riesgos económicos.