Mejores empresas, más oportunidades
El poder transformador y creativo de las empresas, de todos los tamaños y de todos los sectores, ha capturado desde hace décadas el interés de investigadores, políticos, economistas, sociólogos y, en general, de personas que logran percibir algo especial, algo mágico que emana del esfuerzo físico, intelectual y creativo de las personas que trabajan y impulsan el crecimiento de una empresa.
Mucho antes de que Adam Smith, David Ricardo o John Stuart Mill publicaran sus famosos tratados, varios historiadores y pensadores como Petty, Mun y Chantillon habían escrito sobre la gran fuerza transformadora de la empresa y las actividades comerciales.
La consolidación de los estados nación entre los siglos XVIII y XX se dio a la par con la de estructuras empresariales en diferentes grados de desarrollo en cada país. Precisamente, el grado de desarrollo y libertad de las sociedades modernas está fuertemente relacionada con el desarrollo y competitividad de sus empresas.
Así mismo, una región con mayor población o dotación de recursos naturales no es más próspera y libre que otra con mayor conocimiento entre sus ciudadanos y mayor capacidad productiva soportada en capital, maquinaria y, en general, factores productivos.
Diariamente comemos, vestimos, usamos, queremos y aspiramos a acceder a los bienes y servicios producidos por empresas. No se confundan, incluso los detractores del sistema capitalista beben, comen, visten, viajan, teclean y usan diariamente un sinnúmero de artefactos, alimentos y servicios producidos gracias a la capacidad única que tienen las empresas para imaginarlos, extraerlos, crearlos, transformarlos y hacerlos asequibles a personas que pueden estar ubicadas a pocos metros o a miles de kilómetros. Además, ese proceso creativo y transformador, en ambientes competitivos generan oportunidades de crecimiento personal, de desarrollo profesional y permite que las ideas, la fuerza, el talento y las ilusiones de las personas que trabajan en las empresas se unan en torno a propósitos comunes.
Los impuestos y salarios pagados, así como las inversiones realizadas y las utilidades generadas por las microempresas o las más grandes compañías les permiten a las familias satisfacer sus necesidades y hacer realidad sus sueños. Progresar, estudiar, viajar, crecer y buscar la felicidad. Los mayores avances de la humanidad en términos de bienestar se han logrado en los últimos dos siglos, precisamente, durante el auge del espíritu emprendedor.
Ese espíritu emprendedor les permite a las personas en libertad alcanzar sus sueños, bien sea como empresarios, inversionistas o trabajadores. El fruto del esfuerzo y el trabajo colectivo les permite a las sociedades alcanzar logros significativos como ofrecerles a sus ciudadanos mejores servicios de salud, educación, construir mejor infraestructura y proteger a sus ciudadanos de los violentos y los invasores.
Las empresas, entendidas como los espacios de interacción productiva entre las personas, hacen posible que las sociedades se transformen, evolucionen y que las personas puedan vivir en libertad. Por esto, los tiranos siempre aspiran a controlar las instituciones y la capacidad productiva de las empresas, pues saben que ellas logran contener sus anhelos de poder infinito.
Por todo lo anterior, las empresas, los empresarios y los trabajadores tienen grandes responsabilidades como guardianes de la democracia, la libertad y el espíritu de progreso de una sociedad. Deben cumplir las leyes, cuidar el medio ambiente, defender las instituciones del Estado y las libertades individuales.
Las sociedades libres y prósperas vigilan, pero también defienden sin ambivalencias a sus empresas. Cuando decimos que los colombianos necesitamos más oportunidades, decimos que Colombia necesita mejores empresas.