Ciclismo, deporte para pobres que parece para ricos
Son las cinco de la mañana, horario muy temprano para practicar un deporte, pero en el ciclismo todo se vale y cuenta. Cualquier ciclista del común coge a esa hora su bicicleta de ruta, de costo inicial entre $1,5 a 2 millones, se pone el uniforme de $ 200.000, guantes de $ 30.000, zapatillas de $150.000, un casco de $100.000, más unas gafas de $ 80.000 y ahí lo tenéis: todo un ciclista aficionado que necesita hasta $ 2,5 millones para rodar por las carreteras colombianas sin llevar ninguna ventaja en su equipaje, pero sí con los bolsillos vacíos después de mucho ahorrar y realizar enormes sacrificios económicos.
Mientras nuestro personaje disfruta del recorrido, encuentra a su paso eventuales compañeros de ruta, con la fortuna de ir montados en una cicla de $20 millones, con un casco de $1 millón, zapatillas de $1,2 millones, pedales de $1 millón, gafas de $800.000, uniforme de $1 millón, con un reloj de $2 millones, para sumar una inversión aproximada a los $27 millones.
Ambos personajes son apasionados por el ciclismo.
Pueden llegar a ver la vida de forma diferente –más placentera- por medio de la bicicleta, pero igual en su esfuerzo diario hay implícito un mensaje, ese de tener una mejor salud, disfrutar del deporte y emular a quienes también dejan en alto el nombre de Colombia en las más importantes competencias del mundo.
El deporte del pedal es gratis para ver y gratis para rodar. En teoría es para pobres, para gente humilde surgida en medio de los esfuerzos, pero por sus costos pareciera que fuera solo para personas de altos ingresos, quienes también invierten mucho dinero debido a los altos costos.
Lo único barato del ciclismo para todos son la aguapanela y los múltiples desayunaderos que hay al borde de carretera. Otra historia sería si en Colombia no existieran tantas barreras. Brotarían los deportistas por montones, porque con los costos actuales no hay Niño Dios que aguante para darle gusto a las nacientes generaciones que ven en Egan, Rigo y Nairo, entre otros, sus nuevos ídolos, pero que se hacen difíciles de alcanzar porque se necesita más que berraquera para poder emularlos. El Niño Dios del ciclismo colombiano está en bancarrota, por las injustas tasas impositivas que se arrastran desde años atrás.
Es hora, pues, de que los empresarios del sector de la bicicleta realicemos una alianza, con el fin de que los usuarios tengan mayores posibilidades de disfrutar de descuentos o promociones especiales y de esta manera poder motivar e incentivar el uso de la bicicleta, sobre todo entre los jóvenes y la población estudiantil. Con las recientes medidas económicas tomadas por el Gobierno, que rebajaron el IVA a partir del 2020,seguro que el próximo año habrá más bicis rodando y con ello más cercanía de diversos públicos al deporte del pedal. Felicitaciones al gobierno por este regalo de navidad para este deporte que le ha dado tantas alegrías al pueblo Colombiano.
Igualmente es fundamental que el Estado, con el apoyo del sector privado –que requiere mayores incentivos tributarios para invertir en el deporte-, establezca de nuevo programas de promoción por medio de la creación de Escuelas de Ciclismo, como sucedió en el pasado, en épocas de Lucho Herrera y Fabio Parra. Además, es urgente revisar los costos de lo que significa participar en competencias federadas, los cuales son cada día más altos y que limitan de alguna manera la intervención de un mayor número de jóvenes ciclistas, quienes manejan presupuestos muy limitados.
Qué bueno sería ver también, las ciudades de Colombia llenas de bicicletas como sucede en muchos lugares del mundo, con parqueaderos, infraestructura vial bien diseñada y sistemas integrados de transporte para el correr de la bella y delgada dama del pedal. Es por esto y mucho más, que nos estamos perdiendo de ciudades provistas de aire limpio, puro, con personas alegres y sonrientes, más sanas, camino a su trabajo en un transporte limpio y no contaminante, con una movilidad armoniosa y con bienestar para todos!