La economía verde no es tan verde
La economía verde, que busca una sostenibilidad entre el crecimiento económico, la equidad social y la preservación de los recursos naturales, es cada vez menos verde. La codicia y la ambición, no solo de las industrias, sino de muchos seres humanos, están haciendo que el calentamiento global empeore cada día más.
Regiones ricas en biodiversidad como el Amazonas, con especies en vías de extinción, se están acabando debido a la deforestación, la agricultura mal manejada, la ganadería extensiva y sumada a esto, la minería ilegal que empeoró el panorama con la nueva infraestructura creada en los últimos años.
Con este deterioro desproporcionado, se sacrifican miles de hectáreas y especies para darle paso a un capitalismo voraz e irracional, con bajo control estatal y mucho menos global, en el que prima más el bien individual que el colectivo en pos de un solo objetivo: el dinero.
Sumado al calentamiento, se presentan fenómenos climáticos extremos más frecuentes e intensos como sequías, inundaciones, incendios, deslizamientos y avalanchas que son cada día más inciertos, que afectan la vida y economía de muchas personas, dejando la reflexión, a manera de conclusión, de que el poder de la naturaleza está muy por encima de la inteligencia y la tecnología.
Los tratados firmados, como el de Kioto, el de París, el del Amazonas y otros, buscan reducir el calentamiento global, pero la falta de acciones de diversos actores le está abriendo la puerta al principio del fin, generando cada día una mayor liberación de gases de efecto invernadero y como consecuencia el descongelamiento de los polos.
¿Qué les espera entonces a nuestros hijos y a las futuras generaciones? Un planeta devorado por una economía desbocada que crece sin control. Un mundo que cada día es menos verde y con una contaminación creciente en donde todos los ecosistemas están desequilibrados, creando un coctel mortal para la humanidad.
Tratando de minimizar esta destrucción, se empieza a fomentar la siembra y el cuidado de los árboles, pero el daño es ya tan grande, que las campañas solo reparan una porción muy pequeña del deterioro creado. Algunos sectores como el automotriz, con la fabricación de carros eléctricos, también han querido aportar al cambio, pero los costos de producción de estos son altos. Otros medios de transporte que no necesitan combustible, como la bicicleta, han cobrado notoria importancia. Sumado a lo anterior, las políticas de estado en algunos países con sus altos impuestos y aranceles NO contribuyen a masificar el uso del transporte ecológico. Para lograr un cambio real, debemos tener coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Y como si el anterior panorama no resultara de por si desalentador, agréguele a esto la problemática en algunas zonas del país, en las que hay víctimas de la violencia generada por la explotación minera, sin ninguna clase de control y freno, que son desplazadas no teniendo otra opción en sus vidas, porque de oponerse su existencia corre serio peligro.
Los países con riqueza hídrica como Colombia, con bosques nativos y gran biodiversidad, deberían ser en un futuro - y muy cercano-, las grandes potencias mundiales. Pero estos, tristemente, están siendo devorados por las economías ilegales, despiadadas y destructoras, que están asociadas al consumismo irracional. Se acerca el final de una fiesta que terminará siendo de terror, porque actualmente grandes incendios, sin control, devoran millones de hectáreas en el mundo en contraste con lluvias inusuales que provocan graves inundaciones.
Invito a la reflexión, al despertar de la conciencia, para atacar de raíz esta problemática, que cada día está más presente, pero que nuestra infinita miopía no permite ver. Nuestros descendientes morirán de sed, las guerras serán por el agua y los alimentos. El poder de las grandes potencias se inclinará ante la naturaleza como en el fin de una mala obra a la que muchos han contribuido “sin querer queriendo”.
Para terminar, sin importar el perfil de los victimarios de la naturaleza, bien sean industrias, grupos armados o personas naturales, los castigos que reciben son penas bajas o a veces beneficios que parecieran ser indultos, que se convierten en insultos y agresiones a la conservación del planeta.
¡Seguro que los números de la economía verde cada vez están más en rojo!