¿Y quién puede olvidar las heroicas hazañas de los ciclistas colombianos en Europa, entre ellos Cochise Rodríguez, Alfonso Flórez, Lucho Herrera, Fabio Parra, Chepe González, el Gato Cárdenas y Santiago Botero?
Después del brillante ciclo cumplido por quienes fueron los encargados de abrir el camino, años más tarde llegó una generación de campeones. De hombres humildes, nacidos de la necesidad y la berraquera para el ciclismo como Nairo Quintana, Rigo Urán, Esteban Chaves, Sergio Luis Henao, Superman López, Fernando Gaviria, Carlos Betancur y otros más, que con sus resonantes triunfos logrados en el Viejo Continente y en otras latitudes, es mucha la alegría que nos han dado, además de crear una cultura del pedal.
Por supuesto, y ni más faltaba, que la gratitud con ellos debería ser eterna por los repetidos éxitos que disfrutamos, aunque algunos en las redes sociales desconocen sus logros por los resultados actuales. Es tal la ignorancia de estos críticos, que esta pareciera no tener límite, ofendiendo a nuestros héroes, quienes arriesgan y sacrifican sus vidas, dejando en alto la bandera de Colombia en carreteras europeas.
A estos “analistas de sofá”, les digo ignorantes. Porque seguramente no han tenido la oportunidad de hacer parte de una caravana ciclista, para ver en primera persona lo que significa competir en una bicicleta. Seguro que estos contradictores no han sentido el dolor y el cansancio que padece un ciclista, después de estar muchas horas encima de este vehículo de dos ruedas. Tampoco sabrán, me imagino, lo que significa tener que madrugar cada día, en plan de entrenamiento, desafiando el frío, las peligrosas carreteras y, para muchos hasta el hambre, ejecutando actos de valentía que producen admiración.
Pocos son los deportes como el ciclismo que exigen tanto sacrificio y dedicación. En carrera no tienes la oportunidad de decir voy a parar un rato para descansar, para cambiarte de ropa, para que el médico te atienda y, como si fuera poco, hasta toca orinarse en la pantaloneta, para sentir algo de calorcito cuando acosan las temperaturas bajo cero y los rivales, como le sucedió a Rigo Urán en el pasado Tour de Francia.
En una competencia de tres semanas, después de cada larga jornada y una rápida e incompleta recuperación, solo se espera la llegada del nuevo día, sin importar las heridas y los golpes sufridos en carrera. Ellos, los ciclistas, salen como guerreros al ruedo, porque no hay tiempo de lamentaciones, ya que en la competencia cada segundo que se pierda es el peor enemigo.
Otra cosa para tener en cuenta y que pareciera ser no tan relevante, son los mal llamados “días de descanso”, en donde los ruteros siguen entrenando, a la vez que son sometidos a intensas sesiones de masajes, quiropráctica y relajación. Un elemento más a considerar, es también el de las enfermedades, que en carrera se pagan caro, porque este es un deporte de alta exigencia que no permite cambios, así se sienta un cansancio extremo, para luego salir de nuevo competir como si nada. Si te retiras, pierdes y ¡punto!
Lo que hay que entender en esta clase de pruebas, es que son duras para todo quien hace parte de la caravana. Hoy se puede estar en los primeros puestos, tal como le sucedió Rigo en el Tour de Francia, pero mañana, de forma sorpresiva, se puede acabar lo hecho hasta ahí. Muy pocos entienden que el cuerpo no está todos los días en igual forma para afrontar este duro reto de la bicicleta. A veces las piernas no dan y ante esto no hay nada qué hacer, porque simplemente son evidencias de un implacable desgaste.
Muchos reaccionarán de diversas maneras al ver que el ciclista de sus preferencias no responde lo esperado. El impulsivo y no conocedor dice insolente: “que se retiren, ya no sirven”, y lo hacen de manera grotesca e injusta. Lo que olvidan, es que el ciclismo es una profesión corta y peligrosa que debe aprovecharse al máximo. Solo los corredores tienen la decisión de pensar en el retiro y hacerlo, pero sin que esto responda a las críticas de muchos que hablan movidos por los resultados del momento y sus pasiones desmedidas.
Respeto y admiro como el que más a nuestros ciclistas y al deporte bandera de Colombia. ¿O es que otras disciplinas, además de las pesas, nos han dado varios campeones mundiales como el ciclismo?
El ciclismo en Colombia se ha abierto camino por sí solo. Aunque no tenga el suficiente apoyo del Estado ni de la empresa privada, aun así brotan corredores de las carreteras, porque estos muchachos son hijos de la humildad, enseñados a trabajar incansablemente casi que desde jovencitos, en procura de tener un mejor futuro para ellos y sus familias. Pero no falta quién los critique: ¡no sean tan desmemoriados y desagradecidos!
El Tour de Francia y el Giro de Italia de este año, -ganado por Egan Bernal, uno de los nuestros, pueden haber mostrado el inicio del ocaso de algunos de los integrantes de una generación grandiosa del ciclismo que lo ha dado todo. Pero no hay espacio para lamentarse, porque el relevo se abre camino para dar nuevas batallas. Téngalo por seguro que los ciclistas colombianos siempre tendrán mi admiración y respeto, porque a punta de buñuelos, aguapanela, bocadillo y huevos, dejan en alto nuestra bandera y hacen que recordemos sus incomparables hazañas.