Mientras periodistas, analistas, políticos, funcionarios del Estado y muchos más buscamos mil razones para explicar quién o qué fenómenos son los culpables de la devaluación campante, muy pocos se enfocan en las consecuencias nefastas para el bolsillo de cualquier colombiano.
En estos días escuché a un grupo de campesinos hablando acerca del alto costo del mercado y decían que antes como no había para comprar carne, se defendían comprando huevos y que ahora ya no alcanza ni para esto. Con el nuevo precio del dólar, muchos alimentos seguirán subiendo, porque la materia prima para producirlos es importada. Sólo basta con que lleguen las nuevas importaciones y se recalculen los precios, para que veamos mayores costos en los supermercados. “El aceite para freír está tan caro que tocará volver a la manteca”, decía uno de los campesinos con toda razón.
Si usted es agricultor pues prepárese, porque los fertilizantes y fungicidas subirán aún más, lo que se tendrá que trasladar al cliente final. Si su negocio es la cría de cerdos, pollo, ganado entre otros, están en las mismas circunstancias, porque los cuidos han aumentado de manera exponencial y no hay forma de sustituirlos con la típica aguamasa para los cerdos o los sobrados para las gallinas. Igualmente la sal para el ganado se ha incrementado desproporcionadamente. Así pues mis queridos amigos que con el dólar a $5.000 preparémonos para ajustar el bolsillo, bien sea usted de clase baja o alta.
Si su deseo es comprar una casa nueva, cuyos costos han escalado en más de un 30 %, pues téngase fino para un alza mayor, porque gran parte del acero es importado al igual que muchos acabados como pisos, enchapes de baño, sanitarios y grifería, entre otros. Sumado a esto, si la nueva propiedad la va a adquirir a crédito, tendrá que pagar hoy una tasa de interés casi el doble de la que teníamos el año pasado.
Si ya cuenta con su vivienda y lo que quiere es darle un cariño a la familia con un computador, nevera, televisor o equipo de sonido, vaya ahorrando más -si es que puede-, porque pasar de un dólar de $4.100, a principios de este año, a los casi $5.000 de hoy, tendrá un aumento considerable. Así, pues, que a comprar un electrodoméstico más pequeño, que se ajuste al presupuesto real, o endeudarse a tasas por encima del 2% con pagos hechos con tarjeta de crédito.
Para los que tienen entre manos viajes al exterior, les dejo esta reflexión basada en pesos colombianos. Una pizza normal en EE.UU. de US$50, costará $250.000 colombianos y ni qué decir de hoteles, restaurantes, tiquetes y demás gastos. Nuestra moneda ante el dólar cada día vale menos.
El que quiera comprar carro o moto pues hágalo ahora y guarde mucho dinero para la gasolina y los seguros, porque el que tiene para el whisky debería tener para el hielo, dice el viejo adagio.
Con todo esto que se viene y mirando otra cara de la moneda, se abren oportunidades para varios sectores exportadores. Debemos buscar la forma de ser un país con menos dependencia en la compra de materia prima, ya que muchos de los insumos son importados. Igualmente, es más que necesaria una política de total apoyo a la agricultura y la ganadería, en la que debe eliminarse tanta intermediación en la comercialización, toda vez que el productor escasamente recupera la inversión, mientras que los intermediarios y vendedores son quienes incrementan los precios quedándose con la mayor parte de la utilidad. Un punto más son las políticas arancelarias que también deben ser revisadas, para que a través de estas no se trasladen más costos a productos de primera necesidad.
En medio de esta situación se abren las puertas para el turismo extranjero de todo tipo y más aún el ecológico porque debemos explotar la gran diversidad de nuestro país. Y para fortalecer esta creciente actividad es clave tener la casa en orden.
Como las oportunidades no son para todo el mundo, deberíamos concentrarnos en lo que podemos cambiar. Por más que culpemos de lo que pasa a la guerra entre Rusia y Ucrania, a la Reserva Federal de EE.UU., a la inflación mundial, entre otros asuntos, NADA de esto depende de nosotros.
Lo que sí es de nuestro resorte, es que el Gobierno debe trabajar en equipo con los empresarios y viceversa. La justicia debe operar de igual manera para ricos y pobres, para los políticos corruptos y la gente de a pie. Los derechos humanos deben ser los mismos para la Policía que para sus agresores. Todos los colombianos deberíamos alinearnos en un mismo discurso frente a la comunidad internacional, porque estos desajustes de opiniones, posiciones diferentes y “diálogos de sordos”, espantan la inversión extranjera.
NO se trata de buscar quiénes son los buenos o los malos, la clave radica en que todos empujemos para un mismo lado sin importar la orientación política, porque es nuestra economía y calidad de vida la que está en riesgo extremo.
De continuar así nuestra moneda, cada día nos pareceremos más a algunos de los países vecinos, en los que ningún incremento salarial alcanza para cubrir las necesidades básicas de la población de menores ingresos. Sumado a esto, tanto las personas con más dinero como los inversionistas extranjeros, mientras sigan percibiendo la incertidumbre actual, seguirán sacando del país su capital por montones. Hay que recuperar la confianza en el país con un discurso coherente y aterrizado.
Así pues, con un dólar a $5.000 subirán los ingresos de los exportadores y los gastos del pueblo colombiano; es decir, serán menos los que se enriquecerán y más lo que se empobrecerán. Y como decía mi abuela: “si ya sabemos que estamos sucios, lo importante es saber cómo nos vamos a limpiar “.