Cada día son más los sofismas de distracción que se escuchan en el marketing, y en todo, los cuales parecen ser las directrices de lo que se hace.
Uno de los principios del mercadeo práctico establece que no se necesita magnificar las cosas ni acciones heroicas para llamar la atención y alcanzar éxitos; y una creencia errónea consiste en creer que para ello debe buscarse un desarrollo extraordinario. Como alguien dijo, “no hay tal cosa como trabajos ordinarios; lo que hay es mucha gente que insiste en hacer las cosas como las hacen los demás”, es decir, sin diferencia.
También dicen algunos que “no hay con quién trabajar”, como si nadie sirviera, generalizando y haciendo de experiencias negativas lo más común.
La realidad ha demostrado que los grandes logros se han obtenido trabajando con gente sencilla, caracterizada por tener y seguir sistemas, procedimientos, políticas y métodos adecuados, que hacen que las personas se sientan bien, felices, tranquilas, trabajando con pasión y compromiso. Directores que piensan en lo mejor para todos, que tratan a los demás como seres humanos, y que piensan en el bienestar de la sociedad sin distingos de clase, religión, estratos, etc. Nadie ni nada extraordinario.
También se ha dicho que el servicio debe ser excepcional. ¡Tampoco! Se trata de hacer las cosas de manera simple, sin complicar la vida, pensando siempre en la mejor manera de ayudar en la solución de los problemas de los demás; es decir, tratando de ser siempre útil (servir) antes que en lograr beneficio propio de todo y ser servido, teniendo presente el deber antes que el derecho, siendo conscientes de que todos somos seres humanos.
El japonés Kaoro Ishikawa en el libro sobre la calidad total afirmó que en el mundo occidental se vive bajo la creencia de ser malos por naturaleza, contrario a la filosofía de vida del mundo oriental, y eso pareciera ser la base de decisiones de mucha gente en todos los campos.
La desconfianza, la negatividad, la mediocridad y el conformisno son reflejo de las normas que hacen del diario vivir una verdadera causa de lo que vemos. Y puede ser que por ello haya aparecido entre tantos el mito de la gente y las cosas extraordinarias y la creencia de que no hay con quién.
Por lo anterior se ha caído en prácticas que no son las mejores ni las más recomendables, tratando de “dibujar” una belleza en todo lo que se dice, como si con ello se incrementaran los mercados, el rendimiento y el bienestar de la sociedad.
Con las comunicaciones, especialmente la publicidad y las promociones, actividades en las que la responsabilidad la tienen quienes las orientan y desarrollan porque piensan que todo debe ser extraordinario, más la complacencia de los medios por la búsqueda de intereses económicos básicamente, se busca llegar a la gente prometiendo maravillas, servicios excepcionales, trato humanizado, “vivir mejor” y mucho más, incrementándose sí el malestar, las quejas y reclamos de parte de tantos que no ven concordancia entre lo que se es, se dice y se hace.
Como alguien afirmó: si tan solo se trabajara con base en lo que dicen la misión, la visión y los contenidos de la filosofía organizacional, cumpliendo lo que se dice, no tendría que pensarse en nada extraordinario. Es un mito más, que bien vale la pena repensar.