Presenciando la más triste y sucia contienda electoral de los últimos tiempos por los ataques y acusaciones de algunos candidatos, que algunos califican como actividades de la democracia, puede concluirse, bajo una óptica mercadológica, que estamos ante una situación que refleja todo lo que un país con leyes pero sin justicia, ni ética ni moral ofrece al mundo, y que la inexistencia de verdadero marketing político es una realidad generadora de lástima, confiando y pidiendo a Dios que no se refleje en abstención, apatía y otras cosas durante la próxima jornada que esperamos será democrática de verdad.
Hace unos años comentamos que el mercadeo político se refiere a la formación de seguidores de filosofías y programas que son la base de actividades de un determinado partido, no de personas, quienes son para los partidos los líderes y legitimadores, “imanes”, ejemplo, etc., y eso es lo que menos se ha apreciado en nuestro país, sobre todo en los últimos años y en especial en las recientes elecciones presidenciales y en la campaña actual.
Se apoyan candidatos, muchas veces sin conocer siquiera las propuestas, pero existe un desconocimiento claro de lo que son los partidos, lo que significan y sus fundamentación. Porque no se ha hecho mercadeo político, lo que significa que no se ha “formado” a la gente en lo que es la política y lo que implica para el desarrollo del país.
El mercadeo electoral es el que se desarrolla para generar en la gente un comportamiento que se refleje en las urnas el día de las elecciones votando por el o los candidatos cuyas propuestas son atractivas, de manera que los electores voten. Éste es más implementado en casi todos los países.
Además, la desinformación, la falta de claridad y orientación, las opiniones negativas, la desconfianza en la clase política, y la actividad de algunos medios de comunicación, haciendo que a muchos les dé pereza votar, dejan ver con claridad la falta de marketing político.
Como consecuencia se da la que podría llamarse “deslealtad” del cliente. Si existiera ese mercadeo en la práctica, existiría conciencia y fidelización de clientes, lo que no se ve por parte alguna.
No se ha generado una consciencia real de lo que es y significa el voto. No se aprecia una imagen positiva de los políticos. Lo que se publica es más malo que bueno. No se ven realizaciones para el bien del país sino incumplimiento, obras inconclusas, promesas que no se cumplen por utópicas pero ¨bonitas y atractivas”, corrupción y más. Y como si fuera poco, muchos preguntándose dónde está la justicia, pues parece que solamente existiera para perseguir a quien más ha hecho por el país en los últimos tiempos.
Se concluye con claridad que no existe una población educada para la política y las actividades que deben ejecutarse, ni la gente común conoce los deberes y derechos de los electores.
Las demandas, las manifestaciones (con y sin violencia), las frases desobligantes, las dudas que ocasiona la publicidad negra, los heridos, etc., no son otra cosa que una demostración clara de que el mercadeo político sigue brillando por estar ausente en la política colombiana.
Ha habido inactividad y demora en hacerlo, pero, como dice el dicho, “más vale tarde que nunca”. Ojalá nuestros políticos lo entiendan y apliquen, y la jornada electoral que se avecina transcurra en paz y para bien del país.