Agridulce conmemoración
Cumplimos 200 años de la Independencia de nuestra querida Colombia, amada por unos y vapuleada por otros; son loables los esfuerzos de los entes culturales y los medios de comunicación por destacar la “fiesta”. Sin embargo, no se percibe un buen ambiente, pareciera que olvidáramos los cruentos hechos registrados por la historia. Los que con gran valentía enfrentaron nuestros próceres, mujeres y hombres inolvidables que lucharon fervientemente para liberarnos del sometimiento y la tiranía Ibérica. Sumado a esto, no ayuda en nada, el difícil momento que atraviesan las naciones de la región, en especial el caos y la terrible situación de iniquidad y hambre que viven los queridos hermanos venezolanos por la terquedad, insensatez y desgobierno del obsesivo presidente Maduro, con visos de dictador. Tampoco ayuda la inadecuada, oportunista y protagónica propagación internacional del joven, inexperto y maleable por su mentor presidente, Duque que, con bombos y platillos ha bautizado “Cerco Diplomático” - no sé cómo se le ocurrió ese nombre - a la estrategia fundamentada en la ayuda humanitaria para Venezuela, congraciándose con el presidente Trump y la anuencia de los consabidos países y organismos que le han seguido la cuerda. Poniendo como estandarte al también joven bonachón e indefenso Guaidó.
De “cerco” lo tiene todo, poco de “diplomático”, era de esperarse el fracaso de tan poca inteligente forma: “darle alimento a quien no quiere recibirlo, así lo necesite y que este enloquecido de soberbia arroje el plato de comida y el remedio”. Estrategia equivocada, señores: ni la diplomacia, ni mucho menos la ayuda humanitaria funcionan con cerco - asedio de un ejército a una fortaleza, definición literal de cerco- son el agua y el aceite. La diplomacia basada en el diálogo debe estar provista de talento, ingenio, habilidad y astucia pero además requiere de Prudencia: “Los cautos rara vez se equivocan” Confucio. Prudencia y reflexión, de estas adolecen estos gobernantes. Equivocación garra- fal, tuvieron los dos pueblos hermanos al elegir a semejantes mandatarios. ¿Son los presidentes que merecemos?
¡Qué vergüenza! con el libertador Simón Bolívar, Santander, Nariño, Policarpa, Antonia Santos y todos aquellos (as) héroes y heroínas que contribuyeron a sellar la independencia (1819), cuyo legado es el respeto por los derechos humanos, la fraternidad y la unión de la naciones bolivarianas. Otrora sueño de Bolívar, grande conservador, un caraqueño libre de sentimientos mezquinos que no vaciló en llamar su gran proyecto : LA GRAN COLOMBIA, si egoísta hubiera sido habría pensado en darle el nombre de su patria de nacimiento. Qué bien le haría a los presidentes bolivarianos de turno leer con rigor el ideario del libertador.
La tragedia empezó con el descubrimiento de estos lares del genovés Cristóbal Colón, dando paso a la conquista y colonización de los inquietos, saqueadores y ambiciosos conquistadores, - la escoria Española en su momento - con patrocinio de la Reina Isabel. Quienes convertidos en amos y señores, bajo el yugo, impusieron lo que les vino en gana a nuestros inocentes e indefensos en principio y luego aguerridos antepasados. Al legado de esa escoria se deben en gran medida los equivocados procederes, - la trampa, el contrabando, el saqueo, la mentira, en fin - su sangre corre por nuestras venas, tanto así que, algunos nos jactamos del apellido y abolengo español que supuestamente nos corresponde. Pero bueno, dejemos el resentimiento añejo y ridículo a estas alturas y, abrazados con los hermanos venezolanos, démosle la importancia que merece: El Bicentenario de la Independencia. ¡Que viva Venezuela! ¡Que viva mi amada Colombia!