Todos hemos sido partícipes de los avances en tecnología que se han presentado en las últimas décadas, que siguen evolucionando a un ritmo exponencial y se han insertado prácticamente en todas las industrias de la economía, entre ellas el sector financiero. El internet de las cosas, la inteligencia artificial, el blockchain y las criptomonedas son algunos de los desarrollos que escuchamos a diario en todos los canales y conversaciones. Sin embargo, junto con las oportunidades y beneficios, el desarrollo tecnológico conlleva ciertos riesgos que las entidades financieras debemos sortear de la mejor manera.
Las ventajas desde la apuesta de innovación y tecnología deben ser democráticas. Un mito es que los mejores desarrollos y eficiencias están asociadas con cierto tipo de consumidor. Las entidades financieras estamos llamadas a crear un ecosistema digital que garantice a todos los colombianos las mismas oportunidades que ofrecen las tecnologías de punta y las condiciones de seguridad. Lo anterior implica, entre otras condiciones, brindar una tecnología flexible y trabajar de manera incansable en la gestión del fraude y modelos de ciberseguridad con un enfoque integral, especialmente en Colombia, donde la mayoría de las empresas son caracterizadas como microcomercios, un segmento con alta informalidad donde prevalece más el uso del efectivo y que cuenta con un bajo acceso al sistema financiero.
Uno de los principales retos en inclusión financiera responde a la resistencia de muchos colombianos que no han participado en el sistema bancario, de incluirse por desconocimiento de las ventajas y la desconfianza que les produce las complejidades comunes de este sistema. Por eso, es importante crear un ecosistema fácil, intuitivo, seguro donde el consumidor desde el primer momento encuentre un sinnúmero de ventajas y beneficios para comprar, administrar su consumo y mejorar su calidad de vida. Este trabajo cobra mayor importancia cuando estudios como el Índice de Seguridad Unisys 2019, arrojan que el 90% de los colombianos está preocupado por el fraude con tarjetas bancarias o que el 85% fue (o conoce a alguien que fue) víctima de al menos un tipo de amenaza o evento de fraude cibernético. Este índice, que encuestó a más de mil personas en Colombia, señaló además que el 87% de los colombianos se siente intranquilo por el acceso no autorizado o el uso indebido de su información personal.
Contar con centros de monitoreo para fraudes, trabajar en políticas de seguridad que nos permita ser parte de las normativas internacionales, lograr que los usuarios conozcan los diversos desarrollos tecnológicos e inversiones que realizan las entidades financieras en materia de ciberseguridad, así como promover la ética y la responsabilidad al interior de las organizaciones son algunas de las estrategias que debemos estar desarrollando desde el sector financiero para garantizar la seguridad y la protección de la información de nuestros clientes y que implican la implementación constante de un pensamiento creativo, disruptivo, orientado al futuro para lograr la adaptación a una evolución que es permanente.
Indudablemente el talento humano con el que contamos en las organizaciones es fundamental en ese trabajo intensivo por garantizar la seguridad en los ecosistemas digitales. Las personas, los principios corporativos y la ética son las claves de este ejercicio de confianza en el que se convierte la ciberseguridad, por lo que promover su desarrollo resulta esencial. No basta con tener la mejor tecnología si no se cuenta con las personas que la sepan utilizar y aprovecharla para el beneficio de todos.
Teniendo en cuenta información como la que entrega el Reporte de Inclusión Financiera 2018 de la Superintendencia Financiera de Colombia y Banca de las Oportunidades, en el que se señala que el indicador de inclusión financiera pasó de 80,1% en 2017, al 81,4% para finales de 2018, lo que se traduce en 28 millones de adultos con acceso a un producto financiero en el país, las entidades financieras que promueven la inclusión financiera apuntándole al acompañamiento y la educación permanente deben orientar sus esfuerzos para contar con un ecosistema digital incluyente, integral y, por supuesto, seguro. Así facilitamos a los nuevos tarjetahabientes ingresar al sistema financiero con todas las garantías.
Finalmente, es esencial que todo el trabajo que realicemos por garantizar la seguridad y el acceso de las personas a los servicios financieros, se dé a partir de una gestión estratégica de los riesgos, pues de esta manera podremos construir un círculo virtuoso alrededor de la confianza, esa condición que ha sido y será la piedra angular de nuestra industria.