Aranceles y discriminación
En su intervención televisada de la semana pasada el Presidente presentó su fórmula para bajar la inflación y a la vez que con ella se neutralizaba el efecto de las altas tasas de interés sobre la industria y la agricultura nacional. Se trata de control de precios y aranceles regresando a la vieja fórmula Cepalina fracasada en la década de los 60 y 70 del siglo pasado.
El profesor Raúl Prébisch formuló una política fracasada de industrialización para la región basada en la sustitución de importaciones con base en el argumento del “deterioro en los términos de intercambio” que sostenía que casa vez habría que producir más bienes primarios para adquirir la misma cantidad de bienes industriales. Ello, como está documentado no resultó ser cierto. No tiene sentido repetir ese fracaso.
Pero es que además hay que tener en cuenta que vivimos en el siglo XXI y la economía y el comercio mundial funcionan de manera muy diferente a como funcionaban el siglo pasado. Mencionaré solamente tres aspectos. En la producción industrial la incorporación de tecnología y conocimiento aporta mucho más valor que la manufactura misma.
A modo de ejemplo, el vehículo Tesla con su motor eléctrico y sus funciones tecnológicas sustenta su valor en la innovación, la inteligencia artificial y la revolución tecnológica. En el comercio mundial y ante la incapacidad de la OMC por lograr acuerdos importantes en la liberación de comercio, los países optaron por los tratados de libre comercio y la integración regional que hoy por hoy determinan los flujos de comercio. Un tercer aspecto a tener en cuenta es que la dinamización de la economía está cada vez más en el sector servicio y es allí donde se está generando valor.
Mas allá de los argumentos tradicionales de las ineficiencias y los costos que para la economía y los consumidores genera el proteccionismo, ambos factores impulsores de la inflación, el escudo del proteccionismo vía aranceles parece casi que ingenuo.
Una política de estas no nos lleva al desarrollo local de nuevas tecnologías, ni al nuevo conocimiento base de la nueva industria, ni impulsa la creación de valor en el sector servicios generadora de riqueza ni finalmente protege mayor cosa porque los flujos de comercio están reglados por los TLC. Veamos este último aspecto.
Colombia importó del resto del mundo en 2022 alrededor de US$77.900 millones. De estos, la gran mayoría provino de países con los cuales tenemos tratados de libre comercio y por ello no se les pueden variar los aranceles sin que medie una denuncia y/o renuncia al respectivo tratado, que al fin y al cabo es un tratado internacional firmado por la nación.
En efecto, cerca de 60% de los bienes que llega al país entra con aranceles inamovibles y reglados por los TLC, mientras 25% proviene de China y 5% de otros países asiáticos como India, Japón, Indonesia y Malasia.
¡¡¡Más claro no puede ser!!! Lo que anunció el Presidente fue unos aranceles discriminatorios contra los países asiático y particularmente contra China. Resulta contradictorio que el Gobierno que ha prometido un relacionamiento más estrecho con esta gran nación asiática acabe anunciando aranceles a productos con origen en este país, sin que con ello, como hemos visto, se logren grandes avances en la industrialización ni el desarrollo y menos en la lucha contra la inflación. Tal vez, el Ministro de Hacienda entienda esta lógica antes de lanzarse a un alza de aranceles.