¿Qué le pudo haber cruzado la mente al primer ministro Cameron cuando convocó al pueblo británico a un referendo sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea en 2016? ¿Se imaginaría que el país duraría mas de los dos años reglamentarios enredado, crisis tras crisis, en un debate del cual le ha sido imposible salir, como claramente lo demostró el voto en el Parlamento que no favoreció el nuevo acuerdo que Boris Johnson había logrado contra todo pronóstico? Johnson es el tercer primer ministro desde que se inició el camino al abismo y aún no es claro qué va a pasar en una posible segundo referendo o en una próxima elección.
Según una encuesta contratada por ITN en este mes, hoy por hoy, la mayoría (54% a 46%) favorece que se cumpla con el resultado del referendo y se avance en una salida de la UE, lo que da muestra que los británicos quieren avanzar en otros temas y no quedar eternamente presos en el remolino del brexit. La gran pregunta es por qué ni Theresa May ni Boris Johnson han logrado que el Parlamento vote favorablemente un acuerdo con la UE para una salida suave que cause los menores traumatismo. Tal vez, la respuesta está en la insensatez que representa reducir problemas complejos a simple sí o no.
¿Qué quiere decir brexit? ¿Lo que quiere el nuevo Partido del brexit de Michael Farah, que es un “Hard brexit”, que significa abandonar la Unión sin acuerdo alguno? ¿O serán más bien las formulas que se han negociado con diferentes modalidades de “Soft brexit” primero y sin mayor éxito por Theresa May y luego por Boris Johnson que tampoco logró punto final al proceso? Eslóganes como los de “Hard” y “Soft” brexit no son mas que eso y, como todos sabemos, el diablo está en los detalles.
Está de por medio en este debate un tema sensible en Irlanda del Norte que forma parte del Reino. La prioridad para los países de la UE ha sido conservar la paz en Irlanda y para ello era fundamental mantener una frontera blanda entre la República de Irlanda e Irlanda del norte. El acuerdo Johnson propuso una solución a esta “cuadratura del círculo”, que significa conservar este territorio en la UE sin dejar de ser parte del Reino Unido y, a primera vista, parecería que esta concesión llevaría a terminar el proceso. Pero no; lo que propone el acuerdo es una fórmula que no acabó gustando al partido DUP de Irlanda, antiguo aliado de Johnson, pues temen que este arreglo acabe alejando a Ulster del Reino Unido y eso pone en peligro los acuerdos de paz.
Conclusión: Johnson perdió los votos de esos aliados fundamentales para la aprobación del acuerdo y el Reino Unido entró nuevamente en el terreno de la incertidumbre, teniendo que solicitar una nueva prórroga a la UE, para que no se suceda la salida abrupta que muchos temen. Una vez aprobado un brexit, cualquiera que sea la formula, vendrán los dos años que se han previsto para implementar de ese proceso y muchos piensan que ahí surgirán muchos escollos.
Los colombianos tenemos mucho que aprender de lo que sucede en las islas británicas si miramos el proceso y la implementación de nuestro proceso de paz. Al igual que allá, aquí irresponsablemente se sometió un tema complejo a la dicotomía del sí o el no. A diferencia de allá, aquí perdió el proceso y desde ese entonces un esfuerzo valiosísimo para el país perdió parcialmente legitimidad sumiéndonos en nuestro propio remolino que no permite dar por terminado el debate para avanzar con la parte mas difícil; la implementación. De este fase, que al país le ha costado sangre y sudor, deben aprender los británicos.