Del liberalismo al oscurantismo
No me refiero a los resultados de las últimas elecciones en Colombia. Me refiero a lo que está pasando en el mundo. De forma sorprendentemente rápida el mundo está pasando la página de un liberalismo construido sobre la tolerancia hacia los grupos minoritarios, el respeto por la diversidad, la idea de una “aldea global”, del libre comercio y la integración económica, a una sociedad marcada por la intolerancia, el nacionalismo y otras prácticas que hace apenas unos años considerábamos “políticamente incorrectas”.
La segunda postguerra vino de la mano del bienestar pero a la vez de estrictas reglas sociales que sembraron la semilla de una rebeldía de toda una generación que se levantó contra el establecimiento con expresiones como el hippismo, las marchas universitarias de París o manifestaciones pacifistas en contra de la guerra de Vietnam.
De esos movimientos quedaron en las sociedades modernas valores que inspiraron el respeto por los demás, la primacía del individuo sobre el Estado y una visión universal.
Esa gran ola liberadora que rompió reglas y derrumbó mitos respecto a la manera como debía organizarse la familia, la sociedad y el Estado estuvo acompañada de una revolución tecnológica sin antecedentes que a través de las comunicaciones cambió la visión que tenemos del mundo.
Resultado de estos fenómenos se afianzaron firmes creencias en torno al respeto por los derechos humanos, mas allá de las fronteras nacionales, se creó conciencia sobre la importancia de la conservación del medio ambiente como una tarea que igualmente superaba lo nacional y se consolidó la democracia como forma aceptada de gobierno.
Ese liberalismo se impuso en lo económico y en lo social y produjo procesos de integración política como la Unión Europea, acuerdos globales sobre derechos humanos, medio ambiente y comercio, entre muchos otros. Produjo la caída de la Unión Soviética y con ello la división del mundo que simbolizaba el muro de Berlín.
De repente todo este andamiaje parece venirse abajo. Las viejas creencias en lo nacional sobre lo global, empiezan a imponerse en diversos rincones del mundo y con ello se imponen prácticas que empiezan a dar al traste con valores que mi generación creyó sólidos y bien cimentados.
La xenofobia de ciertos grupos llevaron al electorado británico a aprobar una absurda salida de la Unión Europea. El nacionalismo económico y social llevó a los Estados Unidos a elegir a Donald Trump como presidente.
La reacción contra el comportamiento europeo hacia las migraciones llevó a Giuseppe Conte al poder en Italia, y con él a la coalición ultranacionalista y anti europea de Matteo Salvini y Luigi di Maio. Caso similar es el de Austria que puso en la jefatura del Estado al joven Sebastian Kurz de 31 años con un discurso nacionalista y anti inmigración. Mientras eso sucede en Europa, el presidente Kadyrov (protegido de Putin) en Chechenia emprende una campaña de exterminio de las comunidades gay sin que el mundo se pronuncie a la vez que somos incapaces de poner fin al régimen de Bashar al Assad en Siria.
Importantes valores construidos en las últimas décadas están en peligro y la sombra de los discursos que dieron origen a la Segunda Guerra Mundial vuelven a aparecer. ¿Será que las recientes elecciones en Colombia llevarán al país por ese mismo sendero de intolerancia, irrespeto a los derechos humanos y la diversidad, y rechazo a construcción de una economía más global? ¡Esperemos que no!