Esa parece ser una de las enfermedades mas álgidas de la cuales sufre la Nación. Yo demando, yo te demando, tu me demandas, todos demandamos y así logramos que no solo se congestione la ya congestionada justicia, sino que las ambiciones políticas y personales queden disfrazadas bajo en manto de derechos que enredan todo proyecto.
Vamos por partes. El más dañino vector de esta grave enfermedad es el político. Se demanda toda acción por razones políticas queriendo con ello entorpecer un proceso o simplemente como un acto de oposición a la gestión de un gobierno, sea esta nacional o local. Este fenómeno tiene dos consecuencias. La primera es que todo permanece en interinidad y la combinación de demandas aceptadas y los largos tiempos de la justicia hace que todo quede en veremos al punto que algunos fallos se profieren superado el término del gestor del proceso que se esta demandando. La segunda es la inevitable politización de la justicia. Dado que un gran cumulo de demandas tienen origen político y motivación política los jueces cada vez mas se ven presionados por tal o cual fuerza política, o simplemente por su preferencias ideológicas. De allí la gran batalla por el control del aparato judicial. Quien controla el aparato judicial tiene el poder político.
Luego vienen todas las demanda que se presentan en aras del “interés público” o determinadas “minorías”. No me cabe duda que algunas de ellas son legitimas pero da la impresión que un gran número tienen intereses oscuros yo particulares detrás. Se busca en ocasiones en estas demandas defender derechos sin que los beneficiados sean siempre los posibles titulares de esos derechos. Esto es frecuente en la múltiples demandas contra el estado y las entidades descentralizadas y con el uso de bienes públicos.
Un tercer tipo de demandas recurrentes es la que a diario vemos de los actores políticos irresponsables que se la pasan calumniando y la respuesta es una demanda. Peto dijo, se demanda a Peto, Claudia dijo se demanda a Claudia, Uribe dijo se demanda a Uribe y así entre demanda y demanda la justicia se vuelve el arbitro de las malquerencias e irresponsabilidades de los políticos.
La pregunta que cabe hacerse es que momento llegamos a este extremos que puede tener en vilo indefinidamente el metro de Bogotá, el Fracking, el parque Tayrona el futuro político de los dirigentes demandados y demandantes. Siempre habrá un “derecho vulnerado”, el derecho a fumar hierba en cuanto parque se antoje o a emborracharse enfrente a las entidades educativas. Después de la demanda viene la protección del derecho y como en el caso de Código de Policía, este se cae. Se demanda la reforma fiscal por temas de forma (por parte de políticos de la oposición) y el país entrará en un vilo financiero. Pero no es importante, lo importante es el triunfo político del demandante.
La repuesta a la pregunta formulada no es fácil de encontrar. Será que, ¿tenemos demasiados abogados y todos sabemos que cada abogado desempleado es un demanda? Según Ámbito Jurídico Colombia tiene 355 abogados por cada 100.000 habitantes mientras Francia tiene 77. ¡Somos el país del mundo con más abogados y seguimos produciendo! Será que ¿en gran parte del ambiente jurídico y judicial del país se ha ido perdiendo toda ética y así vamos degradando el ejercicio del derecho?. Todo esto en un país que carece de verdadera justicia.
Cualquiera que sea la respuesta, el país debe reflexionar seriamente sobre este tema si no queremos quedar estancando en un mar de demandas.