El que las debe…
Se pregunta uno porqué se habrá desatado una ola de pánico, resultado de la convocatoria de un paro por parte de centrales obreras y organizaciones sociales. Empezando por la Universidad de los Andes que canceló actividades (¿se sumó al paro?) y por ahí se fueron sumando colegios privados e instituciones de toda orden. La prensa ha dedicado extensos reportajes a esta convocatoria mientras el presidente es reiterativo en que en si bien hay derecho a la protesta no hay razones de fondo ya que las demandas de los sectores que convocan han sido debidamente atendidas por su Gobierno.
Podríamos decir que este pánico es de toda la sociedad, pero ello no sería cierto ya que no sospecho que exista pánico, sino entusiasmo, entre quienes saldrán a la calle a manifestar su inconformidad. Es más bien un sector de la sociedad que esta temeroso con el evento y justifica tratar de entender a qué es lo teme este segmento de nuestra sociedad que sin lugar a equivocarme es el segmento de más altos ingresos.
¿Le teme a actos vandálicos de parte de los manifestantes? Sin lugar a dudas esta es fuente de preocupación entre comerciantes que van a ver afectada su actividad económica y amenazada la integridad física de sus negocios. Es también preocupación de aquellos ciudadanos cívicos a quienes les duele ver los bienes públicos hechos pedazos. Yo por mi parte creo que esos vándalos son una inmensa minoría y si existiese inteligencia en la fuerzas de seguridad del Estado, estoy seguro que estos sujetos podrían ser retenidos antes de que se infiltren en las marchas y causen desorden. ¿Acaso las fuerzas policivas y los organismos de inteligencia no saben quiénes son los integrantes de milicias urbanas, agitadores y alguno que otro desadaptado?
Pero aun si el Estado no tiene la capacidad de identificar a esos agentes, lo que es lo más seguro, esos actos de vandalismo causarán daños y nos llenarán de tristeza pero no es la verdadera razón del temor generalizado que ha despertado la convocatoria. Hay algo más y ese algo más tiene que ver con Chile. Chile portaba orgulloso los galardones de ser la economía de mejor crecimiento y fortaleza institucional y de pronto sin previo aviso el mundo se les vino encima, porque más allá de las cifras macroeconómicas entre las gente había estrechez y angustia y esa fuerza reprimida estalló llevando a que este país haya tenido que repensarse.
En Colombia está pasando algo similar. La economía va bien pero el país va mal, como decía Fabio Echeverry, y eso se evidencia con las cifras del último trimestre. Buen crecimiento económico, aumento en el consumo de los hogares, mayor endeudamiento de la clase media y pesimismo en niveles preocupantes. Los otros indicadores son bien conocidos. Alta concentración de la riqueza y de los ingresos, deficiencias en los servicios básicos, violencia creciente y polarización extrema. Y me “tinca” como dicen en Chile que esa es la verdadera causa del temor de la dirigencia.
Temor al reclamo de una deuda con el país que solo se paga a cuenta gotas, y que sin la dirección adecuada (dirección que no existe) puede conducir al caos y a un rumbo desconocido. Y no existe dirección porque no hay partidos políticos, sino figuras mesiánicas y populistas que pueden llevar al país a un terreno desconocido en el cual acabemos destruyendo en meses lo que se ha construido en años. Pueda ser que ello no suceda pero que a la vez este sea un campanazo para que la dirigencia pague la deuda social con la mayoría de compatriotas.