América del Sur no parece consciente de la existencia de tres vecinos de los cuales poco o nada oímos mencionar. Se trata de Paramaribo, antigua colonia holandesa, Guyana Francesa que todavía hoy es territorio francés, y Guyana, antigua colonia británica cuya capital es Georgetown.
Me referiré a Guyana, país de más o menos 800.000 habitantes y con una extensión de 214.970 kilómetros cuadrados que obtuvo su independencia en 1966.
Desafortunadamente cuando oímos hablar de Guyana generalmente se refiere a las pretensiones que tiene Venezuela sobre gran parte de su territorio, ya que reclama la región del Esequibo que corresponde al 74% de ese país. La titularidad de ese territorio es claramente de Guyana y así quedó claro tanto el Laudo Arbitral de París de 1899 como en el Acuerdo de Ginebra de 1966.
Ahora que la República de Guyana es la niña bonita de la región, el dictador Maduro ha redoblado sus reclamos sobre ese territorio. Y digo que Guyana es la niña bonita por los grandes yacimientos de petróleo que ha encontrado y que está explotando con seriedad transparencia y profesionalismo.
La producción de crudo asciende algo más de 660.000 barriles diarios, lo que posiciona a este país en tercer lugar del mundo en términos de producción per cápita de crudo y se espera que en cercano futuro ocupe el primer puesto con una producción superior a millón de barriles diarios.
Este es el botín que anhela Maduro y que le será esquivo porque las grandes potencias de occidente (EE.UU, Gran Bretaña) reconocen este territorio como guyanés y están prestos a defenderlo del apetito voraz del dictador.
En un hecho sin precedentes en la historia del crecimiento económico, este pequeño país creció en 2024 el 43% gracias fundamentalmente a la explotación petrolífera que creció un 57%, pero no solo fue el petróleo, ya que en ese mismo año la economía no petrolera creció un 10% primordialmente gracias a la expansión agrícola y minera.
El descubrimiento de grandes depósitos de petróleo puede ser para un país en vías desarrollo una bendición o una maldición, ya que esa abundancia requiere de un manejo serio y disciplinado de la economía y sobre todo gran transparencia, ya que en muchos casos en estas circunstancias brota la corrupción.
El petróleo ha sido una gran bendición para los emiratos árabes que han sabido diversificar su economía con los recursos captados por la explotación de hidrocarburos, mientras fue una maldición para Venezuela que fue incapaz de construir sobre la bonanza una economía sostenible.
En una intervención del presidente de la República Cooperativa de Guyana, Dr. Mohamed Irfaan Ali , durante la apertura del WTC Georgetown, resaltó que su país está listo para jugar en las grandes ligas, buscando los más altos estándares a la vez que mantiene un bajo perfil, seguramente refiriéndose a los alardes de países nuevos ricos que desperdician sus recursos.
Es que este país ha estructurado un Plan de Desarrollo Integral con la asesoría del profesor Porter de Universidad de Harvard y esa disciplina probablemente proviene del hecho que el presidente es doctorado en Planeación Urbana y Regional.
Este pequeño país le está dando a todos sus vecinos una lección de seriedad y buen manejo de una bonanza. Ya Guyana con US$94.258 de ingreso per cápita (PPP) es el más alto de toda la región y el octavo más alto del mundo. Tenemos nosotros los vecinos indiferentes que mirar hacia el este y aprender la lección de Guayana.