Nacionalismos y supranacionalismos
Primero fue el embate contra el supranacionalismo económico, o sea la globalización. El auge que gracias a la internacionalización de los procesos de producción mediante cadenas de valor global que maximizaban la eficiencia, fundamentado en los avances en la tecnología y en la logística, se vieron amenazados por movimientos y dirigentes que clamaban por una protección a la industria nacional. El clamor por el desarrollo de la industria nacional mediante mecanismos arancelarios, que con el argumento de la Seguridad Nacional violaban los compromisos adquiridos en la OMC empezó con fuerza en Estados Unidos por la administración Trump como su consigna de Hacer a América Grande Otra Vez (Maga).
Este embate se ha venido dando más en el campo de la actividad económica que en el institucional, aunque, dicho sea de paso, la principal y quizás única institución en que descansaba la globalización era la OMC y los acuerdos logrados en el seno de este organismo, ha recibido duros golpes que la han vuelto inoperante y sin dientes en la de solución de diferencias. En efecto del “offshoring” se pasó al “nearshoring” y al ‘inshoring” trasladando parte de las cadenas de producción a la economía nacional o en el pero de los casos a la regional.
Los órganos creados en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, que fueron el fundamento para una paz global y en escenario para la convivencia política y económica de los países están volviéndose inoperantes, como resultado de un embate creciente al multilateralismo o supranacionalismo. Ya mencionaba el caso de la OMC, pero hoy se han vuelto inoperante además de este organismo el más trascendente de todos: la Organización de Naciones Unidas-ONU. Y esta decadencia de la ONU no es el resultado solo del envejecimiento de una institución que no se ha modificado con el paso de loa años sino como argumentó el último número de The Economist también de una acción deliberada de la “derecha global” que favorece los nacionalismos e incluye personajes como Donald Trump, Georgia Meloni, Viktor Orban y Marinne Le Pen, inclusive Benjamín Netanyahu. “Comparten”, dice la publicación, “un desprecio por las organizaciones multilaterales, la migración y el pluralismo, especialmente el de tipo cultural” .
Pero si bien la publicación inglesa atribuye este movimiento como uno exclusivo de la derecha, la verdad es que en el campo económico ese nacionalismo se está siendo evidente en ambos espectros ideológicos. La protección de la industria nacional a la Cepal, ha sido un caballito de batalla de la izquierda latinoamericana y de ese discurso no se salva nuestro presidente quien clama por una pronta sustitución de importaciones y protección y subsidios para el desarrollo de una industria nacional. Ha sido la izquierda la que tradicionalmente ha convocado marchas anti-globalización en los foros multilaterales y quienes han enarbolado esta bandera. No así en el desconocimiento de organismos como la ONU, al cual han recurrido en defensa de sus intereses al punto de que este organismo se ha ido politizando lo que desvirtúa su neutralidad.
Ahora no toda la izquierda, como lo ha demostrado Venezuela, tiene mayor respeto por el supranacionalismo, como tampoco lo tiene Rusia (¿derecha o izquierda?). Todo parecería indicar que estas inclinaciones nacionalistas en lo económico y en lo político no es de derechas o de izquierdas sino de regímenes totalitarios.