Analistas 02/04/2019

Por la tierra

Carlos Ronderos
Consultor en Comercio y Negocios Internacionales

Lo que muestran los grandes conflictos sociales de Colombia es que estos están relacionados con la tenencia de la tierra. Son, por decirlo de alguna manera, revueltas agrarias y campesinas las que han sumido al país en un ciclo de violencia y protesta social que tan solo en este mes de marzo le ha costa al país una cifra cercana a los $50.000 millones como resultado de los bloqueos que realizan las comunidades indígenas.

No hay duda que en Colombia existe una gran concentración en la propiedad de la tierras y el campo se encuentra caracterizado por la convivencia de latifundios incultos y minifundios ineficientes, excepción hecha de la agroindustria que aun representa muy poco dentro de nuestra geografía agrícola. Veamos las cifras. Según a última Encuesta Nacional Agropecuaria (2016) en el país se cultivan 5.121.508 hectáreas de las cuales 32% corresponden a cultivos agroindustriales. La productividad del campo en los cultivos no agroindustriales es baja y de ahí que solo podemos ver una productividad eficiente en una tercera parte de los cultivado. Pero mas grave aun es que la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (Upra) del Ministerio de Agricultura delimitó mediante decreto la existencia de 40 millones de hectáreas útiles para las actividades agropecuarias, lo que en plata blanca quiere decir que ¡solo utilizamos el 12% del potencial que tenemos en el campo y de manera eficiente solo el 4%!

Obviamente la gran pregunta que surge es saber cual es la causa y cual el efecto. Tenemos tan baja utilización de la tierra en razón a la violencia y a los conflictos sociales que giran alrededor de la tenencia de la tierra, o será que la causa se encuentra más bien en un atavismo feudal derivado del prestigio y el poder que genera la propiedad y dominio de la tierra?.

La gran batalla de las Farc giró alrededor de la actividades del campo y esta surgió como una guerrilla campesina. Por su parte en la gran ofensiva de los grupos paramilitares primó la expropiación de tierras, y los conflictos con las comunidades indígenas se dan alrededor la propiedad de la tierras. En la gran mayoría de los casos tierras abandonadas sin mayor productividad. Uno pensaría que este afán por la tenencia de las tierras estaría vinculada a los cultivos ilícitos, pero las cifras indicarían lo contrario. Según los últimos informes de las agencias antidrogas en Colombia hay 200.000 hectáreas sembradas en coca, lo que resulta ser una porción muy pequeña de lo expropiado por la ilegalidad y/o de lo no cultivado o utilizado ineficientemente.

Volviendo a la pregunta porqué ese afán por dominar tierras como señores feudales, si no son fuente real de riqueza. Las actividades del campo representan algo más de 5% del PIB o sea que contribuyen muy poco a la formación de riqueza, pero generan la gran mayoría de los conflictos sociales. Gran parte de los conflictos sociales del campo no están en zonas de agroindustria. No obstante, 30% de la población sigue viviendo en el campo y es allí donde se concentra la mayor proporción de pobreza y de concentración.

Ahí en ese nudo gordiano de pobreza, practicas feudales, baja productividad, violencia y desmedido afán por la tenencia de la tierra reside el reto más importante que tiene Colombia. Desatado es nudo se minimizan los conflicto sociales, se sustituyen las 10 millones de toneladas de alimentos que importamos y podremos revertir nuestra incapacidad para integrarnos al mercado mundial. Siendo esto así es allí donde el gobierno debería enfilar todos sus esfuerzos.

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