Sanciones económicas
Los analistas del comercio exterior parecían sorprendidos que dentro de esta racha de incremento de aranceles que está imponiendo la administración Trump a todos los países del mundo, se anunciara un arancel a Brasil de 50% en razón a que se consideraba que el juicio al expresidente Bolsonaro por intento de golpe de estado era persecución política. Fue esta amenaza la primera vez que se anunciaban altos aranceles a un país por razones meramente políticas, ya que en los otros casos se anunciaban como medidas reciprocas a altos aranceles que tenían los productos americanos o por razones de “interés nacional”.
No debería sorprender porque de todos es conocido que tanto los Estados Unidos como los miembros de la Unión Europea imponen sanciones económicas a algunos países por razones políticas. Tal es el caso de las medidas que se han tomado contra Cuba desde hace años por considerar que su régimen es comunista y dictatorial y por consecuencia contrario a los principios democráticos. Igual sucede con las sanciones económicas impuestas a Venezuela por las mismas razones y a Rusia por su invasión a Ucrania. Es más, de tiempo atrás existen sanciones que afectan el comercio exterior pero no en la modalidad de aranceles, sino de embargos, sobre todo el comercio o sobre algunos productos específicos como el petróleo. El país conoce que Colombia, en cabeza del presidente Petro ha impuesto sanciones económicas a Israel por razones políticas.
Sobra decir que estas sanciones son cuanto menos caprichosas ya que recaen sobre algunos países y no sobre otros que al igual que los actualmente sancionados no se ajustan a la visión occidental de la democracia. En efecto, todo parece indicar que detrás de la noble causa de defender la democracia y los derechos humanos hay razones geopolíticas que todos conocemos. Como decía el presidente Roosevelt de Somoza en Nicaragua; “es un HP, pero es nuestro HP”. No esperemos sanciones al régimen de Bukele así se le acuse de atentar contra la democracia y los derechos humanos. Pero más allá de esa realidad geopolítica que es innegable y que las potencias manejan cada una a su manera cabe preguntarse si las sanciones logran su cometido.
Parece evidente que las sanciones no cumplen con el fin que se proponen ¿Cuál es ese fin? Pues no otro que llevar a su fin al régimen sancionado y ese objetivo no parece haberse logrado ni Cuba, donde el régimen de los hermanos Castro lleva más de 65 años y todo indica que puede quedarse otro tanto , ni en Venezuela en donde el chavismo ostenta el poder desde 1999 y todo parece indicar que está ahí para rato, ni mucho menos en Rusia. No parece una buena estrategia aquella de imponer sanciones ya que quien acaba pagando los platos rotos es la sociedad, los ciudadanos que seguramente están contra el régimen y no los dictadores que llevan una vida placentera llena de lujos y privilegios.
Las sanciones económicas despiertan en los países sancionados nacionalismos que ayudan a atornillar en el poder a los dictadores, a la vez que desde el punto geopolítica logran el efecto contrario al propuesto pues arrinconan al régimen que sale a buscar ayuda donde el opositor. Fueron los Estados Unidos los que llevaron a Cuba a ser base en América de la Unión Soviética.
La reflexión que deja esta realidad es que en la guerra geopolítica el “hard diplomacy” con acciones tales como las sanciones son, por lo general, menos eficiente que el “soft diplomacy” que busca tender puentes.