Cuando el caudillo habla, ordena, dispone o argumenta no hay lugar a contradicción alguna porque su voz representa el legítimo pensamiento del pueblo. Así como el Papa tiene un canal directo con Dios y está inspirado por el espíritu santo y por tanto se presume su infalibilidad, el caudillo tiene esa capacidad única de interpretar que es lo que verdaderamente quiere el pueblo y es por ello que su existencia como representante del pueblo en la jefatura de gobierno le da igualmente la virtud de infalibilidad y sus decisiones se cumplen!
Sobre esta lógica descansan las premisas de una precaria democracia directa tan frecuente en los embates populistas. Se trata de una democracia sin intermediarios ni obstáculos que limiten la justa expresión del pueblo encarnada en la figura del jefe de estado. Intermediarios que se convierten cada vez mas incomodos en las democracias indirectas donde instituciones engorrosas y que no reflejan el querer popular impiden las transformaciones que las sociedades requieren para alcanzar el sueño de la igualdad y la justicia social. Se trata del congreso, un órgano que si acaso representa porciones de voluntad popular mezclados con corrupción e intereses personales e ilegítimos. Se trata de los jueces y la justicia en general que no son mas que defensores del establecimiento (léase las leyes) y actúan bajo presiones de fuerzas oscuras que se atraviesan a la redención popular. Se trata las fiscalías procuradurías, fuerzas armadas, iglesia y cualquiera otra institución que no este alineada dócilmente con el caudillo, origen y fuente única de la verdad.
Las masas se expresan y el caudillo interpreta y las representa. Así fue en el estallido social que vivieron Colombia y Chile cuando la expresión del pueblo enfurecido por el hambre, la pobreza y la injusticia irrumpieron en la vida de estas naciones arrasando lo que en su paso encontraron. Y esas masas encontraron redención en Petro y Boric interpretes únicos de esa inconformidad, que contra todo pronostico ganaron las elecciones presidenciales en sus respectivos países. Ese rol de interprete del sentir popular obliga a convocar al pueblo cuando se requiera.
Este es el discurso que estamos empezando a vivir en Colombia. Es un discurso que lleva a un mandato claro donde las expresiones de inconformidad de sectores la población cuyos reclamos, por provenir de la base misma, son ordenes. Es legitima la ira social que se hizo manifiesta en la Primera Líneas y su furia lejos de ser castigada debe ser escuchada y sus acciones violentas justificadas. Es legitima las protestas del pueblo en motocicleta que bloquea las vías de las ciudades para elevar su justo reclamo, es legitima la protesta de los transportadores que interrumpen el paso en las carreteras nacionales por posibles aumentos en los peajes y como son justos estos reclamos el caudillo escucha y rebaja costos de los seguros obligatorios y congela peajes en el entendido que el estado debe estar al servicio del pueblo y asumir el costo. El estado, no los buitres del sector privado (Las EPS no curan, Facturan).
Es el clásico modelo populista que busca debilitar las instituciones, eliminar los pesos y contrapesos propios de la democracia, cambiar el consenso por el disenso y la polarización y que lleva finalmente a dictaduras o crisis como la de muchos de nuestros vecinos. Esperamos que nuestro presidente no decida avanzar mas por este peligroso camino por este camino.