Analistas 07/09/2021

De doctores a presidentes

Catalina Ortiz
Analista

Parafraseando a Nicolás Gómez Dávila, “en la democracia entre más trascendental es una decisión, más el número de ineptos que ella asigna para resolverla”. Afortunadamente entre los casi 40 precandidatos compitiendo por las elecciones presidenciales del 2022, varios tienen el título académico de PhD, el más alto que se puede obtener. Y si bien un título no da criterio, es una señal alentadora de esta contienda.

Resulta llamativo que en esta oportunidad hay tres precandidatos con título de doctor: Sergio Fajardo, Juan Carlos Echeverry y Alejandro Gaviria. Y si Mauricio Cárdenas finalmente se lanza como precandidato, habría otro más, y si valemos los doctorados no convalidados de segundo ciclo, Enrique Peñalosa también entraría al podio de candidatos con estos títulos. Por fuera de las ideologías políticas, habla bien de la contienda que tengamos precandidatos bien preparados académicamente.

Esto es especialmente meritorio porque en Colombia son muy pocas las personas que tienen estos títulos, situación que tiene un impacto negativo sobre la competitividad del país. Según los últimos datos de Colciencias, menos del 0,001% de la población tiene título de PhD, es decir que hoy hay menos de 20.000 doctores, una de las cifras más bajas de Latinoamérica.

Yo confieso mi preferencia por que en el 2022 gane uno de los candidatos con PhD. Y si además de este título tienen experiencia práctica y exitosa administrando lo público, seguro elegiremos a quién nos ayude a transformar de verdad a Colombia. Pero, además, del símbolo tan importante que es para el país que varios candidatos opcionados tengan doctorado, es clave que cuando lleguen al poder no se olviden de los desafíos que tiene el tema en Colombia.

Por ejemplo, que la gran mayoría de los programas de doctorado sean en ciencias sociales o que apenas una pequeña minoría (12%) tenga acreditación de alta calidad del Ministerio de Educación, según Colciencias y datos del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (Snies). Si bien el número de doctores ha ido creciendo, todavía somos perjudicados por el fenómeno de la “fuga de cerebros” o salida de doctores, investigadores y magísteres a otros países en búsqueda de mejores oportunidades y mayor apoyo.

Mucho se habla de que aumentar el número de hombres y mujeres con doctorado en Colombia fortalecería la capacidad de investigación, la creación de conocimiento, además de la producción de bienes y servicios innovadores que impulsen el crecimiento y le den al país un valor agregado en la economía y en su PIB.

Pero volviendo al terreno político, no hay duda que tener precandidatos presidenciales con título de PhD habla bien del país e incluso nos lleva a que el llamado de “doctor”, tan común en nuestra idiosincrasia, sea de verdad correcto y merecido. Queda la pregunta de cuál puede ser el impacto de sus títulos en la contienda a nivel de altura y rigor en el debate y sobre todo en el Gobierno.

Hay experiencias internacionales interesantes. Woodrow Wilson, quien ostentaba un PhD y fue Presidente en EE.UU., tuvo un desempeño para olvidar. Rafael Correa, también doctor, a pesar de su ideología, hizo mucho por transformar a Ecuador. Lee Kuan Yew, posiblemente el presidente más efectivo de los tiempos modernos, también era PhD. Hay esperanza.

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