En 2018, cundo Iván Duque llegó a la Presidencia, anunció con bombos y platillos su apoyo decidido a la llamada economía naranja. Es decir, al “conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”, según lo describe el hoy viceministro de Creatividad y Economía Naranja, Felipe Buitrago, en su libro “La Economía Creativa: cómo las personas hacen dinero de las ideas”.
Estamos hablando de empresas de las artes visuales y escénicas, turismo y patrimonio cultural, medios digitales, diseño, publicidad, de las industrias audiovisual, fonográfica y editorial, entre otras. En total son 103 actividades económicas que hacen parte de la economía naranja.
De hecho, en el Plan de Desarrollo el Gobierno delineó su estrategia para “exprimir” la naranja y se comprometió con proveer mayor inversión y bienes públicos para el desarrollo de las industrias culturales, crear espacios para los negocios, fomentar la integración con los mercados internacionales y promover la propiedad intelectual como soporte de la economía creativa.
Pero todo parece indicar que la apuesta por la economía naranja se quedó en discursos de campaña y narrativa de gobierno. Por eso, quiero alzar la voz por las empresas de la industria cultural, quienes sufrieron y siguen sufriendo lo peor de las medidas de confinamiento adoptadas por el covid-19 y son las grandes castigadas en el Presupuesto General 2021.
Y es que el presupuesto no deja mentir. El Gobierno destina recursos a los sectores a los que realmente le quiere apostar y en el caso de Cultura tuvo un aumento de solo 8% respecto a lo asignado para 2020 ($365.877 millones). Uno de los sectores con menos recursos, solo por encima de Deporte. Resulta paradójico, porque sin dinero no hay forma de jalonar la reactivación económica.
De acuerdo con el reporte de agosto del Dane, los sectores en los que se centran los niveles más altos de desempleo son comercio, trabajos artísticos, entretenimiento, recreación, alojamiento, servicios de comida e industrias manufactureras. En estos sectores, la población ocupada en agosto (1,6 millones de personas) tuvo un decrecimiento de -21% frente al mismo periodo del año anterior (2 millones de personas).
Por mencionar solo un ejemplo, la industria audiovisual que agrupa alrededor de 24.000 empresas se ha visto seriamente afectada porque los equipos de producción, que emplean hasta 200 personas cada uno, han tenido que parar o restringir sus grabaciones. Y francamente, no se ven medidas audaces para hacerle frente a esta situación.
Bien lo explicó Ricardo Hausmann, las últimas industrias en recuperarse, entre las que se encuentras muchas actividades de la economía creativa, van a rebotar muy duro apenas podamos retornar a la “normalidad”. Hay que estar preparados para inyectarles capital inteligente que les permita recuperarse y retomar su senda de crecimiento y eso claramente va mucho más allá de las tradicionales líneas de crédito.
La economía naranja prometía jalonar el crecimiento de la economía y crear empleos, pero a la fecha ni lo uno ni lo otro. Las naranjas se le están pudriendo al Gobierno y pareciera que no hace nada por evitarlo, por eso le hacemos un llamado para que ponga la lupa en las empresas del sector cultura.