Tiene razón el presidente Petro cuando demanda que se acelere la ejecución de todos los ministerios. La desaceleración de la economía es evidente, los niveles de ejecución del gobierno son demasiado bajos y como si fuera poco el gabinete está muy mal calificado por los empresarios, notas inferiores a 2,5 según el sondeo publicado por La República. Es el momento de prender luces rojas porque pueden darse consecuencias contrarias a lo que el presidente espera si se ignoran realidades que para muchos son evidentes.
Se conoció que el presidente hizo un llamado general a ejecutar rápidamente el presupuesto. Sin embargo, los colombianos desconocen si sucedió lo obvio, que los ministros recibieran lineamientos claros sobre prioridades, así como advertencias sobre lo que no pueden hacer.
Lo más grave es la interpretación que el gabinete puede hacer sobre lo que significa ejecutar. Es posible, pero sería desastroso, que los funcionarios públicos consideren que ejecutar es simplemente trasladar recursos a fiducias, asociaciones y fundaciones que no van a hacer realidad lo que el presidente demanda para frenar la desaceleración de la economía. Esta es una vieja practica que oculta la ineficiencia del Estado y una forma descarada de sacarle el quite a la anualidad fiscal y de salvar el puesto.
Pero además este tipo de presión, sobre todo con un plazo tan corto, también puede provocar la toma de otro tipo de decisiones incorrectas por parte de unos funcionarios acorralados por esta advertencia, muchos de ellos sin la experiencia necesaria sobre el manejo de lo público.
Tan preocupante como lo anterior es pensar, como parecería, que por sí solo el gobierno puede reversar la tendencia decreciente de la economía. Nadie niega que la inversión pública es fundamental. Pero pensar es suficiente e ignorar al sector privado o peor aún subestimar su importancia, es el camino al fracaso.
Pero incentivar al sector privado requiere reconocer que las expectativas junto con reglas claras son variables claves que inciden sobre esta asignación de recursos. Para empezar, es necesario identificar cómo se percibe el ambiente de manera que los empresarios puedan calcular los riesgos de realizar nuevos proyectos. Muy difícil en estos momentos; altísima inseguridad, demanda cayendo, y cambio permanente en reglas del juego. Basta preguntarle al sector de infraestructura o al de energía sobre este tema.
Como se requiere que la inversión privada reaccione, la pregunta es: ¿estamos tendiendo puentes gobierno-sector privado? La relación está bastante deteriorada. Se necesita un gran acuerdo nacional entre gobierno y empresarios. Este es más complejo que el acuerdo político porque implica ofrecer lo que hasta ahora no ha existido por parte del gobierno: cordialidad, dialogo e intercambio de responsabilidades y sobre todo sin desconfianza.
En síntesis, ojo con el afán. Solo para empezar, si no se reconocen los peligros y los retos y se actúa en consecuencia, se enfrentará una situación muy compleja: renovar de nuevo el gabinete y dejar al sector privado por fuera del desafío de reactivar la economía.
Estas luces rojas se plantean con el ánimo de contribuir a estimular el crecimiento económico y a impedir que las políticas publicas sigan en cuarentena.