Una pegajosa canción de Jennifer López llamada El Anillo, a los que algunos le reparan un sesgo machista, tiene un estribillo que resume lo que para la cantante deber ser el símbolo máximo de compromiso en una relación. ¿Y el anillo, pa’ cuando?, repite el coro una y otra vez.
En el caso de Electricaribe, llevamos mucho tiempo escuchando y leyendo sobre planes, estrategias y acciones para acabar con el histórico problema que afecta a 2,6 millones de hogares y empresas en el Caribe colombiano. Pero, ante la mirada de todos frente al río Magdalena o del mar Caribe, han pasado presidentes de la República de todos los partidos; ministros de Minas y Energía, Superintendentes de Servicios Públicos, autoridades de vigilancia y control locales, hombres y mujeres, de distintas clases sociales, pero el problema del mal servicio de energía permanece; sigue atornillado a nuestras vidas sin que algo mejore.
Hace poco se creó un nuevo plan para revisar la situación, para revisar la revisión de la situación y para evaluar los estudios de los estudios. Sin exagerar. Nos mostraron cronogramas, presentaciones, reuniones, debates, pero lo cierto hasta ahora es que estamos a punto de que ese plan A -el que incluía la intervención- pudiera no funcionar, bien porque el único interesado no presente ninguna oferta, o porque al final ellos entiendan a la Creg, entidad que a pesar de la emergencia en la que nos encontramos, sigue atravesada pensando y discutiendo “cuál es el efecto sobre el riesgo del sistema y sobre las tarifas de los usuarios”.
Si lo último de lo anterior ocurre, entonces la pregunta que nuevamente le hacemos a la Ministra de Minas y Energía de turno y a la nueva Superintendente de Servicios Públicos domiciliarios es: ¿y el plan B pa’ cuándo?.
La repuesta es urgente, porque el mismo interventor ha manifestado que 50% de los transformadores de Electricaribe tienen más de 30 años; es decir, que han cumplido su vida útil, situación que no solo debe aplicar a ese tipo de equipo, sino a los 56.409 kilómetros de red, 645 circuitos y 228 subestaciones con los que presta el servicio esa empresa.
Tic, tac. Tic, tac. Estamos frente a una bomba de tiempo que de activarse dejará a la Región Caribe en tinieblas, ya que los recursos vía créditos -ninguno gratis por cierto- que se le han inyectado a la empresa por parte del Gobierno Nacional ($860.000 millones) fundamentalmente han sido y son para otorgar garantías a los proveedores de energía, muy pequeñas las sumas para inversiones y mantenimientos, que todos los días son más exigentes, debido a que la demanda sigue creciendo en un 2,5% por encima del promedio nacional.
La Región Caribe y las decisiones técnicas de los últimos gobiernos para temas de energía, nunca han estado de luna de miel. Pareciera que desde Bogotá se desconoce o no les importa la realidad de más de 10,8 millones de habitantes en la Región Caribe que sufren día a día con apagones, daños en electrodomésticos, a lo que hay que sumarle la pérdida de competitividad de las empresas ubicadas a los largo y ancho de los 188 municipios que hacen parte de los siete departamentos que conforman esta parte de Colombia.
Claro, para que haya luna de miel, tiene que haber antes una propuesta, con anillo y todo. Y para que los caribeños podamos levantarnos tranquilos con la seguridad de tener algún día un servicio de energía digno, antes el Gobierno Nacional debe tener una propuesta seria que permita la salida a este problema. El plan B tiene que presentarse y ejecutarse más tarde que temprano: les está cogiendo la noche, o más bien estamos cerca de la oscuridad, y antes de que llegue la una o la otra, volvemos a preguntar: ¿y el plan B pa’ cuándo?