A Dios rogando y por Colombia trabajando
Todos somos seres políticos, así no estemos en la política. Es una característica del ser humano, del zoon politikón o “animal político” decía Aristóteles, aquel que se relaciona en sociedad y que hace uso de la palabra, el “logos”, para expresarse sobre lo justo o injusto, sobre lo correcto y lo indebido, sobre lo bueno y lo nocivo. Es imposible ser ajeno o no opinar frente a la realidad que plantea un país con tantas complejidades; pero es peor quejarse o paralizarse producto de la angustia.
El miedo es un recurso perverso pero común del poder político, que promovido a propósito, deriva en tres efectos: limita el hecho de visibilizar esas realidades de cara al debate público para evitar exponer las malas prácticas; sumerge en un mar de preocupaciones e incertidumbre, y en consecuencia, crea una dependencia social con el gobernante de turno, para que en medio del desespero, creamos que es quien nos puede resolver esos temores.
Los estoicos reiteraban la importancia de no preocuparse por lo que no se puede controlar y reconocer que hay eventos fuera del dominio personal. Sin embargo, tampoco se puede vivir de la intención, si no va acompañada de la decisión y especialmente, de la acción. Al llegar la época de fin de año, tendemos a olvidarnos de esa accidentada realidad que preocupa, pero que a la larga, se convierte en una oportunidad de actuación. No se pueden ocultar las sombras … solo se pueden iluminar.
Los colombianos requerimos una dosis adicional de esfuerzo, esperanza y aguante, de empleo enérgico del vigor para alcanzar nuestros objetivos, venciendo esas dificultades y en especial, aprender del pasado para no volver a cometer los errores que vivimos en el presente.
Primero derrotar el miedo y actuar en el propio trabajo y familia, en mis responsabilidades, los asuntos que controlo y puedo mejorar. Invito a centrarse, a no desenfocarse de lo que se tiene que hacer: lo que tengo entre mis manos y puedo cambiar, con eso voy influyendo positivamente en los demás. Hacer lo que tenemos que hacer. Luego, avanzar en dos prioridades como nación: recuperación económica y seguridad, condiciones consubstanciales (inherentes una a la otra), para el desarrollo social y el crecimiento del país.
Es un llamado a no desconcentrarse de lo que cada uno si puede controlar: esta empresa, este asunto profesional, mi familia, los empleados de los que su subsistencia depende de mis decisiones. El problema es no actuar y quedarnos en un pesimismo estéril. Son situaciones duras, pero no nos pueden inmovilizar, pues sería comportarnos como aquellos que no hacen, no ejecutan, no construyen y exculpan su falta de competencia y responsabilidad en los demás, o en un pasado que ahora es su presente.
Tres claves: determinación, optimismo y mucha confianza para enfrentar las dificultades, las del entorno laboral, las familiares, las del barrio, de la asociación o la profesión. Esta última, “confianza”, conjuga dos palabras: “con fe”; confiar presupone fe y la fe presupone acción laboriosa. El trabajo hace desaparecer el miedo y enfoca hacia el resultado.
Confucio destacaba tres señales que distinguen al hombre superior: la virtud, que lo libra de la ansiedad; la sabiduría que lo libra de la duda; y el valor que lo libra del miedo. Perseverar venciendo el temor y trabajar decididamente bajo la idea de bien y el servicio a los demás.