No hay seguridad sin justicia
La frustración de don Pedro, un tendero en Medellín que vio cómo el delincuente que hurtó su celular y que había sido capturado por la Policía, quedaba en libertad, representa el sentimiento de miles de colombianos, al ver que para quien se aparta del cumplimiento de las normas de comportamiento y convivencia en sociedad, en muchos casos no se le aplica justicia.
Santo Tomás, doctor y filósofo, planteaba cuatro virtudes cardinales, decía “necesarias” para el desarrollo de la vida: prudencia, fortaleza, templanza y justicia, y definió esta última como el hábito con el cual se le da a cada quien lo que le corresponde, ni más, ni menos.
Con cierta regularidad y cuando se presentan picos de criminalidad, la respuesta mediática es la exigencia de incrementar el pie de fuerza policial, desconociendo que, entre los factores que comportan esta situación, está la necesidad de justicia; es decir, dar la pena, el castigo o la sanción correspondiente, a quien cometa un delito o afecte el orden necesario, como decía Santo Tomás, para vivir.
La solución puede gravitar entre los que exigen una política criminal efectiva, los que culpan a la norma de excesivos tecnicismos, o los que van al extremo de proponer el endurecimiento de las penas. Lo cierto es que la ciudadanía cada vez es más consciente que sus problemas de seguridad tienen una estrecha relación con una respuesta efectiva de la justicia. En 2023 la Policía ha capturado 46.687 personas por cometer delitos, de las cuales sólo se les aplicó alguna medida privativa de la libertad a 10.663, es decir a 23%.
Esta situación tiende a ser cíclica y se mediatiza, pues existe una alta posibilidad de que ese delincuente en libertad, sin otra ocupación y con el antecedente de haber decidido libre y voluntariamente cometer un crimen, sea recurrente o reincida en el delito, manteniendo una espiral que impacta directamente la percepción de seguridad. Esto ha llevado a una zigzagueante respuesta entre Policía, gobernantes y justicia, estancándose en la primera -por ser la institución más visible- e impidiendo soluciones efectivas en los otros dos eslabones, que son vitales para lograr la seguridad y evitar la impunidad.
Para el delincuente, la certeza de que habrá castigo, es un mecanismo tanto psicológico de disuasión, como material de que tendrá pena y castigo. La falta de justicia incentiva su búsqueda por cualquier medio, pues es un estado natural que persigue el ser humano. Cuando se carece de esta, surgen las injusticias, aquellas que han iniciado los grandes conflictos de la historia.
Qué interesante que el debate público de la seguridad vincule con el mismo entusiasmo a la justicia, como una pareja indisoluble, esencial y necesaria para evitar que a cualquier ciudadano como don Pedro, vea amenazado su patrimonio o puesto en riesgo su vida, porque no hubo sanción ni castigo para quien se marginó del orden necesario para vivir.