Un minuto desde Roma | Sobredosis
sábado, 29 de agosto de 2020
César Mauricio Velásquez O.
Alguna relación existe entre los jóvenes policías que han muerto mientras erradicaban los cultivos de coca en las selvas de Colombia y los artistas, famosos y llenos de fortuna, que han muerto por sobredosis de cocaína en lujosos apartamentos en Los Ángeles o Londres.
Colombia es el principal productor de esta droga en el mundo. El narcotráfico cambió su historia y con sus dineros de sangre logró doblegar amplios sectores de la justicia, la política y la vida social, incluso destruyó y cambió el ideario de los viejos grupos guerrilleros y fundó la llamada cultura traqueta, algo así como el todo vale por dinero, sin ley y sin alma.
El afán por la riqueza, por encima de la dignidad humana, es tal vez otro punto de relación en la cadena de las drogas. En este círculo de vicios todo es veloz. La curiosidad o experimentación cultural de las drogas, -así la promueven algunos bajo la teoría del libre desarrollo de la personalidad- es puerta de ingreso a una nueva esclavitud que en pocas semanas destruye a la persona desde dentro. El último informe sobre drogas de Naciones Unidas calcula que más de 18 millones de personas, entre 15 y 64 años, consumen cocaína.
El discurso relativista sobre las drogas ha favorecido su expansión. Mientras en las selvas de Colombia las guerrillas y bandas criminales cultivan y trafican, en Bogotá se discute cómo destruir esos cultivos sin afectar una coma de lo acordado con las antiguas Farc. La reducción de las hectáreas cultivadas no será posible sin fumigaciones ni alternativas de trabajo a los campesinos o colonos que viven en ese ambiente de miseria humana.
Para comprender este problema es necesario dejar a un lado las categorías relativistas y políticas del momento y disponerse, sin prejuicios, a enfrentar la realidad. Un ejemplo negativo de esta visión quedó plasmado en el acuerdo de La Habana con las Farc, pues nadie quiso llegar al fondo del problema, menos a la realidad. Este vacío ha sido fuente de descrédito y nuevas violencias, pues la droga es aún la causa de muchas muertes, unos por producir, otros por traficar y tantos por consumir.
Hoy la cocaína es la droga dominante en las ciudades del sur y oeste de Europa (Suiza, Italia, Francia, España y Reino Unido) También en Bélgica y Países Bajos, según indican estudios publicados en la revista Addition de 2019. Esta tendencia permite calcular las casi 2.000 toneladas de coca que reportó Naciones Unidas en su último informe y los graves efectos en la salud y la seguridad pública.
Una tendencia que debe servir para conectar con el tema ambiental, el cambio climático y la causa verde que desde esos mismos países reclaman respeto, equilibrio y protección del medio ambiente a los países de la Amazonía. El crecimiento del consumo de cocaína aumenta la destrucción de la selva y el bosque tropical colombiano. Millones de especies naturales, manantiales de agua pura, tierras fértiles y ecosistemas diversos son destruidos para copar la demanda de millones de consumidores de cocaína en Europa y Estados Unidos.
La cadena de las drogas es un signo, entre otros, que nos muestra que el crecimiento de las últimas generaciones no ha significado en todos sus aspectos un verdadero progreso integral. Esto se evidencia no solo en las zonas productoras de droga, también en los grandes centros de poder y entretenimiento donde se consume.
Una visión de conjunto podría ayudar a evitar señalamientos y dejación de responsabilidades. Admitir que se trata de un problema global, destructor de la libertad y degradante del ser humano es un buen punto de relación para buscar verdaderas soluciones. Comenzar por ubicar e incautar los dineros de la droga sería un buen principio.