El futuro incierto de la minería en fondos marinos
En las aulas de la prestigiosa Universidad de Buenos Aires, el profesor Ricardo Rabinovich-Berkman solía compartir una anécdota sobre una indígena salteña que observaba con asombro la venta de agua embotellada en la ciudad. Para ella, la idea de apropiarse del agua era inconcebible. Esta historia resuena hoy, en el contexto de la 29ª Sesión de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA), que se lleva a cabo por estos días en Kingston, Jamaica. En ella se discute, entre otros asuntos, la aprobación de los reglamentos sobre la explotación de los recursos minerales en los fondos marinos, los cuales, de acuerdo con la Convención sobre el Derecho del Mar (Convemar) de 1982, son patrimonio común de la humanidad.
La ISA nació con ocasión de la aplicación de la Convemar y, desde 2001, ha celebrado 31 contratos para la exploración con diferentes empresas públicas y privadas. La mayoría de estos se ejecutan en la Zona Clarion-Clipperton (CCZ), una de las regiones más ricas en metales como manganeso, hierro, cobre, níquel, cobalto y titanio. Estos metales son de gran interés, especialmente, para la fabricación de baterías de vehículos eléctricos y tecnologías de energía renovable. La CCZ es una vasta región en el océano Pacífico central y oriental, ubicada entre México y Hawái, en la que algunos científicos han estimado la presencia de hasta 8.000 especies biológicas distintas; 92 % de ellas aún sin describir. El desconocimiento de los fondos marinos también se proyecta sobre las posibles consecuencias que puedan tener las actividades mineras en esa biodiversidad desconocida.
Las empresas que suscriben contratos deben contar con el respaldo de un Estado Parte de la ISA. Estos, a su vez, forman parte de la Convemar, de la cual Colombia no es parte. Los riesgos de perder soberanía sobre mar territorial y plataforma continental en los litigios con Nicaragua, hicieron que Colombia no ratificara la suscripción de dicho convenio. En consecuencia, el país no hace parte de la ISA y no participa de las discusiones, ni tiene la posibilidad de respaldar u oponerse a la celebración de contratos, ni de recibir los eventuales beneficios. Sin embargo, dada la incertidumbre sobre las consecuencias de la minería en fondos submarinos, el país podría verse afectado por las actividades mineras que se desplieguen en fondos marinos.
La importancia de la 29ª Sesión de la ISA en Kingston contrasta con su inadvertido paso por las noticias y los análisis económicos y ambientales. A pesar de su trascendencia para el futuro de la minería submarina, sus ecosistemas y la distribución de riesgos y beneficios para las comunidades costeras del Pacífico, seguramente la ISA avanzará en la definición de las reglas para la explotación de los recursos minerales del fondo marino, patrimonio común de la humanidad. Nos corresponde estar al tanto de estas discusiones, para que el día de mañana no nos sorprendamos comprando nuestro patrimonio embotellado.