Analistas 24/01/2024

No con mi dinero

Ciro Gómez Ardila
Profesor de Inalde Business School

Creo que un buen criterio (no el único) para saber si uno debe autorizar un gasto de la empresa en la que trabaja es: “Si fuera con mi dinero, ¿Lo emplearía para eso?”. Si la respuesta es “No”, la decisión debería ser no.

Uno de los problemas más complejos de las organizaciones es que no coinciden los incentivos de los propietarios y de los directivos. Los propietarios se ven en la obligación de entregar el manejo de la empresa a directivos mejor capacitados o con más tiempo, pero siempre queda la duda de hasta qué punto van a actuar en beneficio de la empresa y sus propietarios, y hasta cuál en beneficio propio.

Hay varias formas de intentar resolver este problema. Sin embargo, no hay solución perfecta y cada sistema que se propone tiene sus costos. Pero mi propósito aquí no es debatir qué deben hacer los dueños, sino qué debe hacer un directivo.

En mi experiencia, una guía útil es preguntarse si uno aceptaría que se gastara así su dinero. Un ejemplo tonto: ¿Es hora de cambiar mi computador? Claro, siempre hay uno mejor, más rápido, con mayor capacidad, pero, el que tengo, ¿Es suficiente para mis necesidades actuales? ¿Cómo saberlo? Así: yo, con mi dinero, ¿Lo cambiaría? Y es que, claro, cuando el que paga es otro, “la empresa”, pues parece muy lógico que hay que cambiarlo, pero cuando se mira se cerca, quizá no.

Y no se trata solo de “comprar cosas para uno”. También está la tentación de organizar actividades de bienestar para los demás. Nuevamente, la pregunta: ¿Organizaría esta fiesta si tuviera que pagarla yo? Un análisis realista podría indicar que sí, que los subalternos se lo merecen, que es apropiado, que aumenta la motivación, en fin, que aún con nuestro dinero la organizaríamos, de la misma forma que pagamos la fiesta de cumpleaños de nuestros hijos. O podría ser que no. Lo mismo aplica a temas como la publicidad: solo invertiríamos si creyéramos que va a ser rentable.

Pero ¿No ha visto usted en las empresas gastos que no parecen justificarse? Seguro que si lo piensa unos minutos, encuentra cosas que no parecen tener tanto sentido. ¿Para qué sirve esa pintura original muy costosa en la oficina? ¿La compraría para la sala de su casa? Insisto, no quiero decir que no se pueda gastar; quizá ese cuadro original transmite a los visitantes un mensaje que vale la pena dar; si es así, adelante.

Hay otras situaciones en las que creo que este criterio es también muy válido. Una es la dirección de organizaciones sin ánimo de lucro. Aquí no hay accionistas ni dueños que estén buscando rentabilidad, pero hay algo igualmente importante: los beneficiarios de las actividades de la organización. Cada peso que se gasta descuidadamente, es un peso que se le quita a la misión. Si nuestro interés fuera ayudar a nuestros hijos, ¿Utilizaríamos los recursos escasos de esa forma o de otra que les beneficiara más? Esto mismo, ¡cómo no!, aplica a los funcionarios y gastos del Gobierno.

Y otro aspecto es la responsabilidad social empresarial. Hay una delgada línea entre lo que debe responsablemente hacer una empresa y que igualmente uno haría, por una parte, y, por otra, la disculpa que usamos para justificar nuestras “batallas” personales aprovechando que el dinero para darlas es ajeno. Para resumir: excelente ser generoso, pero hay que serlo con nuestro propio dinero.

Cuánto dinero se dejaría de derrochar.

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