Siempre estará de moda seguir el instinto, y tratar de encontrar eso que nos llena el alma de tranquilidad y emoción, de alegría y sosiego. Pues por cuenta de la vida misma a veces nos toca ponernos a buscar razones para vivirla.
Y nada mejor que esculcar por dentro y recordar qué nos movía hace un tiempo corto y un tiempo largo.
La música, independientemente del género, nos llena de placer, a veces de tristeza, pero siempre nos embarga de una alteración interna, que nos recuerda personas, estados, lugares… Por eso la primera herramienta que siempre está a la mano es ella.
Relajar la conciencia y subirle el volumen a nuestro entorno para seleccionar lo que queremos en primer plano, ayuda a disfrutar. El sonido de los pájaros por ejemplo siempre cae bien.
El cine así no sea en la sala tradicional, nos lleva al universo de la historia e indefectiblemente nos saca durante 85 minutos en promedio de nuestra realidad.
Leer un ensayo o una novela nos produce el placer de analizar o de conocer en perfecto detalle lo que suele escaparse a nuestros ojos. Disfrutar de quienes saben contar anécdotas.
Una galería de arte es un buen lugar para sentir emociones diferentes, llevadas de la mano de su creador.
Comer. Cerrar los ojos y encontrar los distintos ingredientes del bocado, cosa que poco hacemos pues al comer conversamos, miramos el celular o pensamos en mil cosas que nos sustraen del rico placer de las sensaciones en el paladar.
Hay quienes disfrutan la jardinería, y se dice que los que se dedican a esta labor son realistas, pacientes pero con un dejo de soñadores.
Ponerse sus audífonos y cantar sin importar el decibelio, habla de pasión, alegría y espiritualidad.
La paz mental surge de hacer con gusto y sin ningún remordimiento, algo para uno mismo, simplemente por el hecho de que nos guste.
Encuentre su pequeño placer y hágalo que todo el entusiasmo. Seguramente, mientras lo hace, saborea un momento de real y sincero disfrute.