Analistas

El poder de las relaciones

Claudia Dulce Romero

Hace poco conversaba con una amiga con la que trabajé sobre las personas que conocimos juntas, la gran cantidad de contactos que hicimos y los lazos que aún nos quedan de aquella época. Aunque nunca buscamos esas conexiones con un interés concreto, coincidimos en algo: la relevancia que tiene el relacionamiento para la vida personal y profesional.

No es un secreto que las relaciones con los demás son una fuente de apoyo, inspiración y aprendizaje. Cada conversación o encuentro, formal o informal, puede abrir una puerta inesperada. Y los grandes líderes lo saben bien. Su capacidad para conectar con otros, escuchar, empatizar, conocer nuevas visiones y generar confianza suele ser el secreto detrás de sus logros. Una red sólida no solo impulsa proyectos, sino que también sostiene en los momentos difíciles.

Conocer nuevas personas no siempre es sencillo. Depende del contexto, del momento y, sobre todo, de las personalidades. A menudo se piensa que los extrovertidos tienen una ventaja natural para hacer networking: pueden iniciar conversaciones con cualquier desconocido en un cóctel y, desde ahí, construir relaciones poderosas. Aunque esa es una forma válida de relacionamiento, no es la única. Es un mito creer que el networking se reduce a eso.

También se construyen vínculos en los espacios cotidianos, en interacciones pequeñas pero significativas. Tomar un café con alguien de la oficina o del gimnasio, a quien saludamos a diario, pero apenas conocemos, puede ser el comienzo de una relación genuina.

Esos primeros diálogos, si nacen del interés auténtico por el otro, pueden abrir nuevas oportunidades o simplemente enriquecer nuestras perspectivas. A veces hacemos networking sin proponérnoslo: por curiosidad, por empatía o por el simple gusto de conversar. Y es precisamente esa autenticidad la que genera conexiones duraderas.

Poco se habla, además, de las fortalezas de las personas introvertidas en el arte del relacionamiento. Suelen observar y escuchar con atención, lo que les permite comprender mejor a los demás y encontrar puntos de encuentro más profundos. Desde esa lectura cuidadosa pueden iniciar diálogos significativos y crear lazos que se sostienen en el tiempo. Porque, al final, la conexión a través de las ideas siempre será más poderosa que la basada únicamente en los intereses.

El éxito de construir buenas relaciones con los demás comienza por un principio sencillo: dar sin esperar nada a cambio. Cuando se ayuda de manera genuina, se generan lazos basados en la confianza, la gratitud y la cooperación mutua. Y vale la pena enfatizar lo de mutua cooperación, porque no faltan quienes solo piden apoyo, pero rara vez están dispuestos a ofrecerlo. Las relaciones, como cualquier camino de doble vía, requieren reciprocidad.

En segundo lugar, es fundamental ser buenas personas y actuar con coherencia. Puede sonar a cliché, pero la vida da muchas vueltas y nunca sabemos quién puede tendernos una mano en el futuro. La gente olvida lo que dijimos, pero rara vez olvida cómo la hicimos sentir.

Por último, no hay que temer a saludar, preguntar o pedir ayuda. Lo peor que puede pasar es recibir un “no” o un “ahora no puedo”. Pero incluso entonces, habremos dejado nuestra intención clara y una puerta abierta para más adelante. El verdadero error está en abusar de la buena voluntad de los demás o en cruzar las líneas del respeto.

El capital social es esencial, pero no siempre se construye de manera equitativa. Con frecuencia surge de las relaciones que tejemos a lo largo de la vida: en el colegio, la universidad, la familia o el trabajo.

Así que muchas veces terminamos relacionándonos con quienes comparten nuestros mismos entornos y perspectivas, es decir, los mismos con los mismos. Esta dinámica está condicionada por factores sociales y económicos que reproducen privilegios y dejan por fuera a quienes no tuvieron acceso a esos mismos espacios. Así, en muchos de los casos, el capital social termina reforzando desigualdades.

Dentro de las organizaciones y en la vida cotidiana es crucial construir redes más diversas e inclusivas, conectar con personas de distintos contextos, profesiones y visiones del mundo. Es importante darle prioridad a fortalecer los vínculos entre círculos que no suelen encontrarse y, sobre todo, a interesarse genuinamente por ayudar al otro. Porque liderar no solo implica tener una red sólida, sino saber usarla para abrir caminos. El relacionamiento es la clave para liderar.

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