Analistas

La famosa milla extra

Claudia Dulce Romero

“Sudar la camiseta” o “dar la milla extra” son frases que se usan frecuentemente en el contexto laboral para evidenciar que se valoran las personas que dan más de lo que les corresponde en su cargo. Son eufemismos de motivación, crecimiento o compromiso, disfrazados en ocasiones de exceso de carga laboral, falta de reconocimiento o, en el peor de los casos, explotación.

Hace unas semanas se volvió viral en TikTok el video de una emprendedora de postres, quien afirmaba, en busca de un nuevo community manager, que valoraba a las personas que se le medían a hacer cosas distintas en el trabajo, a salirse de la caja o a hacer más de lo que le decía su contrato. En otras palabras, asociaba dar la milla extra con asumir funciones que no le corresponden al cargo. Su publicación abrió una discusión necesaria sobre una práctica común en las organizaciones: ofertas laborales con bajos salarios, responsabilidades desbordadas y tareas adicionales no remuneradas.

Muchos jóvenes aceptan esas condiciones ante la imposibilidad de encontrar algo mejor, por necesidad o por la promesa de crecimiento laboral. Al inicio de la carrera hay entusiasmo, tiempo y deseo de destacar; se entrega alma, vida y corazón a cambio de muy poco. Sin embargo, ese entusiasmo termina sosteniendo una cultura laboral que romantiza el sacrificio, una cultura que no han elegido, sino que les ha sido impuesta.

Una amiga me confesó que a su jefe no le gustaba que su equipo saliera a las 5:00 p.m. en punto de la oficina. Incluso, en ocasiones la llamaba a las 5:15 p.m. a preguntarle: “¿Ya te fuiste?”, como pasando revista y manifestando, de una manera poco asertiva, que no estaba de acuerdo con su hora de salida.

Pero quedarse hasta tarde no es mostrar compromiso. En muchas culturas, de hecho, es señal de ineficiencia o mala gestión del tiempo. Según el estudio de la Ocde (2023), Colombia tiene una de las jornadas laborales más largas y, paradójicamente, una de las productividades más bajas en relación con el PIB.

Esto no es un problema de una sola empresa o tipo de jefe, sino un problema cultural. En Colombia se aplaude al que se queda hasta tarde, al que responde mensajes por WhatsApp o por correo en la noche o hasta en la madrugada, al que siempre está disponible y nunca dice no. Pero el sacrificio excesivo no puede ser el precio de la oportunidad.

Claro que el crecimiento profesional exige esfuerzo, pero debemos dejar de confundir el compromiso con el agotamiento. Esta reflexión no busca desmotivar ni desalentar la entrega personal, sino invitar a repensar la manera en que trabajamos. Dar lo mejor de nosotros no debería implicar sacrificar el bienestar.

El verdadero valor está en la eficiencia, la creatividad y la capacidad de aportar sin poner en riesgo la salud física o emocional. Promover la confianza, establecer límites claros y reconocer el esfuerzo de forma genuina es mucho más productivo que exigir disponibilidad permanente.

A veces, en quienes más confiamos, son a quienes más terminamos agotando. Dar la milla extra debería ser una elección, no una obligación. Y debería traducirse en agregar valor a través de las ideas, no de las horas extra.

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