Un buen feedback
Recibir un cumplido en el trabajo nos hace sentir felices porque se reconoce nuestra entrega y desempeño. En cambio, cuando recibimos un comentario negativo o de oportunidad de mejora, tendemos a reflexionar demasiado sobre lo que pudo haber sido mejor hasta agotar nuestra mente. Incluso, a veces hasta dudamos de nuestras capacidades. Pero lo cierto es que nada nos hace mejores líderes que estar abiertos a la retroalimentación o feedback.
La retroalimentación es compartir información o percepciones con los demás acerca de la naturaleza, calidad o impacto de la conducta de una persona. Su objetivo es fomentar el crecimiento del equipo de trabajo. El resultado de este proceso es positivo si la persona logra modificar su conducta.
Sin duda, es una habilidad importante del liderazgo que tiene en cuenta las dos caras de la moneda: quien la recibe y quien la da. El líder debe dar retroalimentación constante a su equipo de trabajo, pero también debe buscarla para desarrollar su proceso de mejora continua.
Para dar una buena retroalimentación, es clave pensar en quién va a recibirla, pues es necesario brindarle información que pueda ser útil para su proceso de crecimiento personal y profesional. Por lo tanto, el primer paso como líder es leer a la persona: si es introvertida o extrovertida, si es abierta al diálogo, si es joven o mayor, analizar su contexto personal, cómo reacciona, qué la motiva, en qué podría mejorar, entre otros aspectos. Estos elementos permitirán encontrar el momento y las palabras adecuadas para enviar un mensaje que sea bien recibido.
En segundo lugar, el líder debe garantizar que su feedback sea adecuado y no dé pie para inseguridades en el equipo de trabajo. La mejor manera de lograrlo es ser específico, descriptivo y oportuno en la comunicación.
Específico para aclarar la información sin tener desviaciones en el mensaje, es decir, que se organice el contenido previamente con las conclusiones y las oportunidades de mejora que se quieren dejar. Descriptivo para aclarar con hechos puntuales las situaciones que se deben cambiar y ejemplificando los comportamientos que evidencian el proceso de mejora. Y oportuno para encontrar el momento y lugar adecuado.
No en vano, quienes estudiamos el liderazgo sugerimos la frase “felicita en público y corrige en privado”. Seguramente, si se hace la retroalimentación cuando el momento está tenso, o sin conocer razones o situaciones que llevaron a la falla, quien reciba la retroalimentación va a sentir que es un ataque. Para evitar esto, es recomendable reconocer aspectos positivos de las personas, es decir, balancear los comentarios entre lo positivo y lo negativo.
Importante: un líder que no sepa escuchar y no sepa comunicarse de manera asertiva no logrará realizar una retroalimentación apropiada con su equipo y mucho menos recibir mensajes de mejora de otros. Y esto lo traigo a colación porque si queremos que funcione, ambas partes deben trabajar la humildad, la escucha y la aceptación de que, si lo deseamos, cada día podemos ser mejores.