En días recientes, la Directora del Instituto Humboldt, Brigitte Baptiste, en un artículo de La República titulado “Industrias del pasado”, planteó argumentos bien sustentados sobre la necesidad de la industria de transformarse hacia modelos sostenibles de producción, y se refirió específicamente al sector plástico.
Coincido en muchos de sus planteamientos, con excepción del título mismo. La industria plástica es un sector en transformación, que será vital para el futuro. Prueba de ello son sus aplicaciones en actividades modernas: aeroespacial, automotriz, instrumentos médicos, electrónica, TICs o energías renovables.
Basta con entrar a una sala de cirugía para encontrar artículos plásticos como jeringas, catéteres, bolsas de sangre, empaques de medicamentos, incluso el traje del médico o la cama del paciente. Las prótesis son de plástico, también las gafas y lentes de contacto, así como corneas y corazones artificiales, capas poliméricas antibacteriales o implantes para cirugía. El plástico también salva vidas a través de airabas, cinturones de seguridad, cascos, uniformes para bomberos o astronautas, o dotaciones para policías y militares.
También el plástico aporta a la sostenibilidad ambiental. En la aviación o la automoción, su bajo peso es utilizado para reducir emisiones. En la construcción, los aislamientos plásticos reducen el consumo de energía. El plástico es utilizado para la fabricación de paneles solares, turbinas eólicas, entre otras energías renovables. Por su parte, los empaques alargan la vida de los productos y así reducen el desperdicio de alimentos.
Con estos ejemplos, se evidencia que el plástico, al contrario de ser un sector del pasado, estará muy presente en las industrias del futuro.
Ahora bien, en éste, así como en otros sectores, no se puede desconocer que existe un reto inmenso de consolidar modelos sostenibles de producción y consumo. En el caso de los empaques, y en concordancia con los argumentos de Brigitte, la solución no es solo educar al consumidor a separar sus residuos o promover una cultura de consumo racional. Ese es el foco de nuestra campaña “Dale Vida al Plástico”, pero no es la única línea de acción. La solución es más compleja e involucra a todos: industria, autoridades, academia y consumidores. Y es cierto, la innovación juega un papel fundamental.
Existen plásticos reciclables de fuente fósil o renovable, y plásticos biodegradables también de fuente fósil o renovable. Cada una de estas cuatro categorías ofrece una solución ambiental, para lo cual se están desarrollando avances tecnológicos, por ejemplo, para disminuir el consumo de materia prima y agua en la producción de plásticos de fuente renovable, reducir costos y mejorar la infraestructura de compostaje de los biodegradables, promover el ecodiseño y la inversión en equipos de recuperación energética o pirolisis, y desarrollar nuevas tecnologías que eviten la necesidad de separar, por resina plástica, los residuos posconsumo para su reciclaje.
Así que lo que se requiere para la transición hacia la sostenibilidad, no es estigmatizar sectores, sino dar un empuje a estas inversiones en ciencia y tecnología o maquinaria -por ejemplo con incentivos tributarios o un impulso a la demanda desde las compras públicas.
También establecer un entorno regulatorio que aborde integralmente la separación, la recolección selectiva, el acopio y el reciclaje, y afianzar una cultura de separación de residuos en los hogares.