Hace unos días escribí en una pequeña introducción sobre diplomacia científica con el ánimo de empezar a familiarizar a los lectores colombianos con el concepto de diplomacia científica, ya que es una noción relativamente nueva, que cada día toma más fuerza y a la que debemos apostarle para la promoción de la innovación, investigación y una herramienta para promover la educación. Hoy, sigo insistiendo.
En días pasados tuve la fortuna de reunirme con el profesor Larry Susskind, junto con dos colombianos más, Antonio Copete y Simón Buechler. El profesor Susskind ha sido docente en MIT desde 1971 y es uno de los padres del concepto de diplomacia científica. Allí conversamos de muchos temas: si bien hay seis países que ya han desarrollado y adoptado el tema con efectividad, muchos otros, en especial los que estamos en vía de desarrollo, deberíamos entusiásmanos más con la idea y poner en marcha un plan para su implementación. ¿Por qué? En primer lugar, porque es a través de esta herramienta que se pueden alcanzar más intercambios de investigación y educación, logrando que los estudiantes colombianos asistan a las mejores universidades del mundo. En segundo lugar, porque es un instrumento para que los emprendedores y empresarios puedan contactarse con actores valiosos del ecosistema empresarial que les serán muy útiles para el crecimiento de sus negocios.
Otra conclusión es que Colombia está en mora de conectarse con el mundo en cuanto a educación e investigación se refiere, promoviendo la cooperación bilateral y multilateral. Tenemos que ser capaces de crear una red de científicos, ingenieros y emprendedores. Debemos estar en capacidad de ofrecer asesorías sobre tendencias de tecnología e innovación. Estamos en la obligación de promover a nuestras las instituciones de educación superior e investigación, nuevas empresas y otras organizaciones impulsadas por la innovación, para así lograr inspirar nuevas ideas promoviendo el intercambio de conocimientos.
Se pueden empezar a hacer pequeños esfuerzos para iniciarnos en esta materia. Por ejemplo, la Cancillería podría implementar actualización para la totalidad de nuestro cuerpo diplomático para que entiendan de diplomacia científica y puedan aplicarla, es decir, una especie de “cátedra” adicional. A cero burocracia.
Otra idea puede ser lograr que exista una presencia inicialmente en Boston o en Silicon Valley, para estrechar lazos en cuanto a intercambios de investigación se habla y para lograr alianzas con las universidades de Ivy League, conformando una red de contactos y así hacer realidad el sueño de muchos colombianos de estudiar en estas instituciones. Esto tiene una consecuencia inmediata en el desarrollo de ciencia en nuestro país, no solo por los conocimientos, sino porque acceder a investigaciones científicas tiene una barrera inicial gigante: el idioma. A pesar de que el español es la segunda lengua más hablada en el mundo es el inglés es el que predomina en la recopilación de las investigaciones. Si más hispanohablantes acceden a formación se podrán escribir muchos más documentos sin barreras para por ejemplo Latinoamérica.
Soy insistente en el tema, sí. Y lo seguiré siendo, porque como país dimos pasos agigantados con la paz y podemos reescribir la historia. Hoy tenemos otro nivel de preocupaciones y estas materias se deben priorizar para apuntarle a ser una Colombia muy diferente.