El fin de la democracia es permitir la participación ciudadana en la toma de decisiones del Estado. Es por ello que son los ciudadanos quienes eligen a sus representantes y gobernantes. El político se debe única y exclusivamente a la gente, son los colombianos quienes le dan la oportunidad de representarlos, por eso, el único jefe de un servidor público es el ciudadano.
Como últimamente lo he venido recalcando, es imprescindible volver a los principios básicos del ejercicio de lo público. Algunos políticos han olvidado que están para servir a la gente más no para poner la gente a su servicio y, por tanto, están obligados a pasar del discurso fantasioso a entregar resultados. Ser servidor público es un trabajo no una posición. El político no está para que le rindan pleitesía sino para que trabaje por los demás. ¿Cómo es eso que una figura política convoca a la gente a la calle para que lo defienda? ¿Cómo así que un político hace un llamado a la gente para que le pague las multas que le impusieron por no saber administrar? ¿Cómo es que un jefe “echa” del trabajo a un empleado por pensar distinto? No señor, se bajan de la nube, el servidor público está para resolver, no para complicar las cosas.
Nos urge entender que ser político es una labor como cualquier otra que requiere de una vocación, en ocasiones tiene una retribución, pero donde también existe un superior al que se le respeta, se le debe rendir cuentas de la gestión realizada y será a partir de la evaluación de su desempeño lo que le permitirá ascender, ser renovado en su cargo o simplemente prescindir de sus servicios. Establecer un máximo de períodos es una simple estrategia politiquera ya que quien debe tomar esa decisión es el ciudadano.
Más que un deber legal, rendir cuentas es una obligación moral. Desde que los residentes de Chapinero me dieron la oportunidad de convertirme en edil de esa localidad y hasta hoy, cuando han pasado mas de 20 años, he rendido cuentas sagradamente cada cierto periodo de tiempo. Me daría vergüenza no hacerlo. Hay que ponerle la cara a la gente y asumir si se cumplió o no con lo que prometió.
Hoy en día existen muchos canales para estar en contacto permanente con la ciudadanía. La tecnología ha acercado de una manera extraordinaria a los gobernantes con los ciudadanos. Hace unos años era inimaginable escribirle al presidente, un alcalde o un congresista y que él o ella de inmediato pudiera interactuar con el ciudadano, dándonle respuesta a sus cuestionamientos, descontentos o satisfacciones. Actualmente no hay excusa para que un político este ausente. Es indefendible que no pueda atender el llamado de la ciudadanía. No deberían existir servidores que no conocemos, que nunca intervienen en una plenaria, que solo aparecen en elecciones. A esos son los que debemos derrotar, pero eso depende de cambiar el chip y de empoderarnos ante ellos.
Si la gente se convence de que en realidad tienen el poder, si los colombianos le dieran el verdadero valor a su voto, si entendieran que son los políticos los que se deben a ellos y no al revés, podría castigar a quienes por años han desprestigiado el oficio y empezar a darle un giro a la estructura del sistema político que hoy tenemos.
Líderes: tómense en serio el ejercicio público con responsabilidad y honorabilidad, respeten a sus electores y resuélvanle los problemas a sus conciudadanos.