La inteligencia artificial es una fuerza disruptiva que promete cambiar todos los sectores de nuestra sociedad. Numerosos informes han destacado su impacto en la optimización de procesos, la personalización de servicios, el ahorro de tiempo y la automatización de tareas rutinarias, entre otros múltiples beneficios. Es innegable que la inteligencia artificial tiene la capacidad de mejorar nuestras vidas, potenciar el sector de la innovación en un país como Colombia y la eficiencia en un amplio espectro de industrias.
Sin embargo, existe un impacto, del que muy pocas veces se habla y que debemos tener en cuenta en el desarrollo de dicha tecnología, pues ignorarlo puede impactar negativamente al medioambiente si no se toman medidas para su uso responsable. La inteligencia artificial, a través de los algoritmos, es capaz de tomar decisiones en milisegundos, aprender patrones de grandes cantidades de datos y generar información de forma nunca antes vista. Para que estos procesos se pueden llevar a cabo es necesario el almacenamiento y la transferencia de datos en centros especializados que deben tener en funcionamiento sus servidores y sistemas de refrigeración las 24 horas del día.
Investigadores de la Universidad de Amherst en Estados Unidos llevaron a cabo un estudio para examinar la huella ecológica del entrenamiento de sistemas de IA. Los resultados son sorprendentes: este proceso representa 2% de las emisiones globales de dióxido de carbono, cifra comparada con la de la industria de la aviación y cinco veces mayor que la de un automóvil durante toda su vida útil. Este aumento en la huella de carbono de la inteligencia artificial no solo contribuye al cambio climático, sino que también acelera el agotamiento anticipado de los recursos energéticos.
Sin embargo, no debemos satanizar el uso o el desarrollo de tecnologías de inteligencia artificial. En cambio, es imperativo que las empresas aborden estos desafíos y adopten prácticas más sostenibles en su desarrollo. Las principales empresas tecnológicas del mundo ya están tomando medidas al respecto, implementando tecnologías de refrigeración más eficientes y utilizando fuentes de energía renovable en sus procesos.
Google, por ejemplo, ha invertido en la construcción de centros de datos submarinos que se refrigeran sin coste energético; Facebook ha optado por instalar centros en el círculo polar ártico para aprovechar la temperatura natural y reducir su huella de carbono; mientras que Microsoft ha desarrollado sistemas de refrigeración por inmersión líquida para reducir las emisiones de carbono de sus servicios en la nube.
Es crucial que, al abordar la inteligencia artificial, consideremos tanto sus múltiples beneficios como los nuevos desafíos que presenta. Debemos adoptar un enfoque que combine soluciones tecnológicas con prácticas ecológicas y sostenibles. Esto implica priorizar el desarrollo de algoritmos de IA con bajo impacto ambiental, invertir en investigaciones para crear IA sostenible y avanzar hacia la creación de Centros de Datos Verdes. Los grandes desarrollos tecnológicos de la humanidad conllevan grandes responsabilidades.