¿Qué será lo que necesitamos los colombianos para percatarnos de que estamos a punto de perder el último tren del desarrollo? ¿Quién o qué debe sacudirnos para que comencemos a hablar sobre temas cruciales para nuestro futuro? ¿Estamos condenados a vivir en un espiral de polarización, violencia verbal y debates insulsos?
Las grandes naciones no nacieron por arte de magia. Se fueron construyendo poco a poco. Algunas lograron lo impensable en muy poco tiempo, como es el caso de Singapur o los Emiratos Árabes Unidos; otras se convirtieron en imperios después de décadas o siglos, como Estados Unidos o el Reino Unido; y hay algunas que luchan día a día contra sus peores demonios, pero ahí van, como es el caso de México.
Pero aquí estamos hablando de Colombia, un país que nunca ha querido despegar. Un país rasgado por todos sus costados y dividido por líderes políticos y empresarios que posan juntos para la foto, de manera hipócrita, vale la pena aclarar, pero que a la hora del té, cada cual jala para su lado. Un país, podría decirse, muy corto de mente.
Los pocos logros que hemos tenido como nación; y son pocos para los muchos que podríamos tener, apenas gozan de un reconocimiento generalizado.
Estos logros, por otra parte, no marcan una pauta sobre la que podamos continuar trabajando. Los tratamos como hechos puntuales y ya. El Nobel de García Márquez, por ejemplo. O el exitosísimo modelo de Rappi.
Aquí no nos gusta hablar de lo positivo. Y quienes lo hacen, apenas cuentan con eco e influencia. Sus voces se ahogan en medio de eso que tanto nos gusta: la violencia, la bronca y la pelea.
A esas cosas si les dedicamos y les gastamos tiempo. Somos como esas personas chismosas y ponzoñosas sin nada bueno que proponerle a la vida.
Para el ejemplo una muestra. En estos días, durante más de 48 horas, el video de la mujer de Carmen de Bolívar que insultó al expresidente Juan Manuel Santos fue de lo único que habló la gente en redes sociales.
Los medios de comunicación compitieron por la chiva de entrevistar a la mujer.
La semana pasada, o antepasada, el tema de la semana fue la pelea del Centro Democrático con el columnista Daniel Samper Ospina.
Hasta comunicado del Congreso hubo por un trino completamente inofensivo. Los medios, de nuevo, se pegaron al tema. Y así podemos ir semana tras semana, avanzando en la construcción de una nación pobre y mediocre.
En tanto, mientras nos jalamos los pelos por un trino de María Fernanda Cabal o una caricatura de Matador, se han publicado tres informes sobre el impacto negativo que va a tener la Inteligencia Artificial en miles de trabajos que hoy ejercen los humanos. ¿Y cómo nos estamos preparando para ello? ¡Ah, es que esa Cabal es un animal!, ¡Pero no, Matador es un guerrillero!
Afortunadamente hay empresas en Colombia que nos dejan ver que hay esperanza de cambiar esta dinámica. Compañías como Postobón, Grupo Éxito y Celsia se han lanzado a la apuesta de la energía solar para buscar más eficiencia y colaborar con el cuidado del medio ambiente. ¿Qué están haciendo? ¡Ah, es que esa obra no es de Peñalosa, sino de Petro! ¿Cuál Petro, mamerto?
El punto de todo esto es que a ninguno parece importarnos Colombia. Y a quienes les importa el país, a quienes sí están tratando de construir un futuro de país grande para nuestros niños, nadie les pone atención.