La democracia se ha consolidado progresivamente en los pasados 250 años desde la Revolución Gloriosa en 1798 en Inglaterra y la Revolución Americana. Los líderes de este proceso tenían como contexto una naciente revolución industrial en la que la sociedad se apropiaba de su transformación desde la creación de cientos de empresas que materializaban los desarrollos tecnológicos convirtiéndolas en mas y mejores productos y servicios para toda la sociedad.
Ese proceso requería un cambio profundo del Estado. Pasar de las monarquías absolutistas, expropiadoras, guerreras y saqueadoras que conculcaban los derechos de libertad y propiedad de los individuos, a un nuevo Estado que fuera la base institucional para la construcción de una nueva economía y sociedad.
Los elementos claves en el nuevo diseño institucional fueron: límites al estado separando poderes autónomos y fijando periodos de gobierno y representación; reconocimiento y respeto de las libertades de los individuos, reconocimiento del valor generado por individuos y empresas y sus derechos propiedad; y el establecimiento de reglas para la fijación de los impuestos estableciendo limites a las pretensiones confiscatorias del estado.
Este conjunto de arreglos institucionales fueron la base para la construcción progresiva, evolución y aprendizaje social. Douglas North, Steven Pinker, Angus Madison entre muchos otros investigadores han evidenciado el salto de la humanidad hacia la civilización, la superación de la pobreza y la construcción de una sociedad del conocimiento. Como toda construcción humana, siempre imperfecta y en proceso de evolución.
Un aspecto crucial inmerso en el arreglo institucional es la forma como se toman las decisiones. Las democracias son lentas, reflexivas y las reformas toman tiempos largos y procesos de negociación y construcción de acuerdos que terminan por establecer lo posible y políticamente viable. Algo totalmente diferente a las autocracias, muchas veces con pretensiones mesiánicas que terminan tomando decisiones precipitadas y muchas veces catastróficas.
Estamos presenciando dos eventos graves asociados a las autocracias: la guerra en Ucrania y el manejo del covid en China. Como señala Yuval Noah Harari, la guerra en Ucrania socava el esfuerzo civilizador que emergió de la segunda guerra mundial y que esperábamos se consolidara con el derrumbe de los modelos comunistas chino y soviético. Un grupo de analistas invitados por The Economist señalaban hace dos semanas que la decisión de invadir Ucrania puede ser el mayor error que hayamos presenciado en décadas. En ningún escenario posible Rusia podrá tener una mejor situación que la precedente a la guerra.
China se ha embarcado en otros errores de efectos profundo a corto, mediano y largo plazo. La pretensión del covid cero ha afectado la economía llevando al país al menor nivel de crecimiento en las últimas tres décadas y con proyecciones cada ves menores para el inmediato futuro. Por otra parte, esta tomando decisiones que vulneran la libertad empresarial y los derechos de propiedad. Las sanciones a Alibaba y Tencent han prendido todas las alarmas en inversionistas y empresarios. Jack Ma quejándose de la situación señalaba “…no es el gobierno el que hace que los negocios y la innovación sucedan. Ese es el trabajo de los emprendedores, insistió: Ellos tienen las ideas y los sueños” (The Economist, Mayo 5, 2022).
Latinoamérica se ha equivocado en la construcción de sus democracias, los regímenes autoritarios y las democracias cooptadas han sido la usanza.