Estamos ante una guerra que los ingenuos construyeron. Una ingenuidad cómplice con el crimen ha llevado al país a una crítica situación de violencia y pérdida del control territorial. La fábula “El escorpión y la rana”, atribuida a Esopo, es un atento llamado a la sensatez en tiempos en los que pretendemos que la humanidad había logrado construir un espacio de progreso y un marco para la paz global.
La fábula narra que el escorpión le pidió a la rana que lo cargara para cruzar el río, la rana le dijo: ¿cómo sé que no me picarás? El escorpión respondió: porque haría que ambos nos ahogáramos. La rana aceptó; y a la mitad del río el escorpión picó a la rana. Cuando la rana le preguntó “¿por qué?, si los dos vamos a morir”; el escorpión respondió: es mi naturaleza.
Ingenuamente nos autoengañamos asumiendo que con quien pretendemos negociar la paz tiene las mismas intenciones bondadosas de quienes la proponen para ellos. La realidad es que, por su naturaleza, la negociación es solo un espacio para avanzar en sus propósitos.
En muchas ingenuidades hemos caído en el país. La pagamos duro con las negociaciones de paz y los acercamientos con narcotraficantes de los 80 con la toma del palacio de justicia y con el exterminio de la Unión Patriótica. Medellín y Colombia pagaron con miles de muertos la fallida negociación con Pablo Escobar.
En la negociación con las Farc de 2012 a 2016 se aceptó cambiar la estrategia contra los cultivos ilícitos con la suspensión de las fumigaciones con glifosato adoptando la sustitución de cultivos. La permisividad, unida con los incentivos implícitos, llevó las hectáreas cultivadas (y las selvas destruidas) de 48.000 en 2012 a 171.000 en 2017, bajaron a 145.000 en 2020 y hoy están en 230.000. Esto con datos de Naciones Unidas. El 49% están en áreas ambientalmente protegidas y la productividad ha aumentado en 24%.
Con la minería ilegal se ha dado también un marco de connivencia y permisividad. Hoy se tienen 100.000 hectáreas degradadas, concentradas en el nordeste antioqueño y la zona de Río Quito en Chocó. Se estima que 80% de la producción de Oro es ilegal. El 50% de la explotación se da en áreas de protección ambiental.
Ambos negocios alimentan una dinámica de guerra y degradación del territorio con un esquema de sometimiento de la población y de los gobiernos municipales. Sobre esas bases de crimen se pretendía construir un proceso llamado muy desafortunadamente “Paz Total”. Este se está estrellando sobre una realidad de crimen organizado que pretenden revestir legitimidad política. Una paz ingenua que ha lleva una cruenta guerra por resolver.
La Paz Total es un eslogan engañoso y peligroso, que tiene por un lado mucho de ingenuidad de unos, de perversión y corrupción de agentes del gobierno y de los criminales por otro. Este proceso desinstitucionalizará el país y generará una peligrosa pérdida de control territorial. Este gobierno esta siendo inferior a la realidad que tiene que enfrentar. Hoy las Farc, el ELN, el Clan del Golfo ejercen su poder y humillan al gobierno. La guerra nos queda pendiente y de que la ganemos depende la viabilidad del país.