Buenas prácticas de sostenibilidad en universidades
sábado, 7 de junio de 2025
Diego Hernández Losada
En un contexto de acelerado progreso tecnológico que contrasta “con el deterioro del entorno natural, la destrucción de muchos ecosistemas, la deforestación, la contaminación de los ríos, la ampliación desordenada de la frontera agrícola y la necesidad de una adaptación rápida a la crisis climática” (Misión Internacional de Sabios, 2019), la sostenibilidad debe hacer parte de las buenas prácticas en las instituciones de educación superior.
Para ello, es necesario que las universidades adopten políticas de sostenibilidad como compromisos institucionales concretos, alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, y en articulación con marcos internacionales como la Agenda 2030, el Acuerdo de París y las directrices de la Unesco sobre Educación para el Desarrollo Sostenible. Esta articulación debe extenderse también a programas y políticas nacionales como la Estrategia de Economía Circular, el Plan de Crecimiento Verde, la Transformación Productiva, la Potenciación Bioceánica y la Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial.
Desde la dimensión formativa, la sostenibilidad debe asumirse como una competencia transversal en todos los programas académicos. Esto implica diseñar trayectorias educativas que fomenten el pensamiento crítico, la ciudadanía ecológica, las buenas prácticas en la gestión de recursos no renovables y en la administración de residuos. Asimismo, mediante alianzas interuniversitarias, se pueden conformar redes académicas de sostenibilidad, diseñar cátedras, titulaciones o certificaciones compartidas que promuevan la movilidad académica e intercambio de experiencias de aprendizaje.
En el ámbito de la investigación, las universidades deben incorporar tecnologías emergentes y convergentes, como la computación cuántica, la nanotecnología y la inteligencia artificial, para fortalecer la producción y aplicación de conocimiento en torno a una transición productiva basada en el uso sostenible de la biodiversidad y priorizar sus agendas de investigación en bioenergía, bioproductos, gobernanza del agua, preservación de la biodiversidad, justicia ambiental, adaptación al cambio climático y la nueva agricultura, impulsada por la ciencia y la biotecnología.
Desde la proyección social, las instituciones de educación superior están llamadas a acompañar a comunidades, organizaciones e instituciones en los procesos de transformación que exige la sostenibilidad. En este sentido, ferias ambientales, redes de innovación verde y emprendimientos sostenibles deben consolidarse como plataformas dinámicas para la apropiación social del conocimiento.
Además, la sostenibilidad debe permear la gestión y gobernanza universitaria. Los principios ambientales, sociales y de gobernanza, ASG, deben orientar la planeación estratégica, la rendición de cuentas y la transparencia institucional. El funcionamiento del campus debe convertirse en un laboratorio vivo que permita a estudiantes, docentes, personal administrativo y visitantes experimentar cotidianamente las buenas prácticas del modelo educativo apalancado en la sostenibilidad. Proyectos como la transición energética, la economía circular, la gestión integral del agua y la carbono-neutralidad deben dejar de ser iniciativas aisladas para transformarse en pilares estructurales del modelo institucional.
No basta con preparar a los estudiantes para habitar el mundo que heredarán; es imperativo formar ciudadanos cuyas “capacidades humanas” (Sen, 1995) les permitan ser libres y transformarlo. Por ello, incorporar las buenas prácticas de sostenibilidad en universidades no solo permite imaginar un futuro con mayor bienestar, equidad y justicia social, sino también, la manera de hacerlo posible.