Experiencias valiosas de aprendizaje en tiempos de incertidumbre
Las sociedades contemporáneas se desarrollan en contextos cada vez más complejos y marcados por altos niveles de incertidumbre. Este escenario tensiona a amplios sectores de la población, vuelve más frágiles las trayectorias vitales y conduce, con frecuencia, a decisiones impulsadas por la inmediatez y la ausencia de horizontes esperanzadores. En los últimos años, las universidades hemos debido enfrentar esta realidad, agravada, además, por narrativas que distancian a la juventud de su “alma mater”. Esto contrasta con décadas pasadas, cuando la educación de calidad se asumía casi de forma consensuada como un camino seguro hacia la movilidad social y el progreso económico.
A esto se suma el acelerado progreso tecnológico que transforma profundamente todos los ámbitos de la vida. En consecuencia, a las instituciones de educación superior nos corresponde -precisamente apoyadas en la fortaleza del conocimiento- renovar la confianza colectiva en la educación como motor de transformación social y desarrollo económico. Nuestro desafío es convertir las tensiones del presente en oportunidades. Las tecnologías para el aprendizaje y la digitalización del conocimiento abren posibilidades inéditas para democratizar el acceso a la educación y contribuir de forma efectiva a la reducción de las desigualdades.
En ese sentido, las actividades de aprendizaje en la era digital, concebidas como prácticas pedagógicas intencionadas, tienen el potencial para transformar los tradicionales procesos de enseñanza y aprendizaje. Buscan que los estudiantes vivan experiencias significativas: que desarrollen capacidades reales para ser y hacer aquello que valoran. En este marco se inscriben pedagogías activas como el aprendizaje basado en proyectos, el aprendizaje situado, las prácticas de investigación e innovación social, así como el diseño de experiencias simuladas y herramientas de gamificación, que permiten imaginar escenarios, asumir roles y resolver problemas de forma creativa.
Esto se complementa con laboratorios Stem (siglas en inglés para Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) en los que se construyen prototipos, se diseñan robots y artefactos científicos que estimulan la exploración, el pensamiento crítico y la colaboración. Por otro lado, la ubicuidad del aprendizaje y de las prácticas reflexivas -en aulas y laboratorios físicos o virtuales- fortalece: la agencia, la autonomía, la creatividad y la capacidad analítica de los estudiantes. Así, se expanden las oportunidades y la libertad, en sintonía con el enfoque de capacidades de Amartya Sen (1999).
Afortunadamente, muchas universidades avanzan en esta dirección, renovando sus prácticas pedagógicas, adoptando enfoques más reflexivos, dialógicos y participativos. Se trata de ofrecer experiencias de aprendizaje verdaderamente valiosas, capaces de reconectar a la juventud con el sentido profundo de la educación: aprender a deliberar, imaginar futuros posibles y decidir con libertad sobre las vidas que consideran valiosas.
La incertidumbre no se supera con más contenidos, sino con mejores experiencias de aprendizaje. Experiencias que conecten el conocimiento con la realidad, que integren tecnología, reflexión, acción, y que preparen a las personas para aprender a lo largo de la vida. En un mundo cambiante, la educación que realmente importa es aquella que no promete certezas, pero sí desarrolla la capacidad de agencia para comprender, decidir y actuar con criterio en escenarios cada vez más complejos.