Pocos dudan de que el maestro Fernando Botero, al lado de Gabriel García Márquez, es uno de los dos colombianos más reconocidos en el mundo del arte y la literatura. Le huyo a los debates eternos y polémicos de que si son más o menos importantes, dejémoslo en que son colombianos verdaderamente influyentes en sus mundos artísticos. Me concentro ahora en Botero por su sensible fallecimiento, a solo cuatro meses de su esposa, Sopha Vari, una bella historia de amor. Podría decirse incluso que no soportaron vivir el uno sin el otro.
Confieso que el fallecimiento del maestro Botero me sobrecogió en la cabina de radio; escuchar a todas esas personas que lo conocieron y les dejó una huella, me ha hecho pensar en que hay seres que saben irse de este mundo, dejando legados que trascienden su propias vidas. Oyendo a sus cercanos, me llamó la atención el comentario de uno de sus hijos quien dijo que su padre “tuvo más obra que tiempo”; me imagino que como papá, amigo, artista y pareja, no fue inferior. Simplemente, se ha ido uno de los más grandes. Pero, por qué las figuras artísticas de Botero fueron rellenitas, voluminosas, o como muchos les llaman “gorditas”, aunque él se negaba a calificarlas como tal en cientos de entrevistas.
Lo que nadie puede discutir es que esas figuras voluminosas fueron las que le dieron la fama universal. Decir Botero en cualquier círculo intelectual o artístico del mundo es pensar en esos objetos, personas u animales de tallas grandes. Leí en una entrevista en El País de España que la razón que explica a los gordos en sus obras es que con ellos creaba campos de color, u obsesiones personales que morirán con él. No pintaba personas ni figuras grandes, sino que expandía colores, perspectivas, era su mirada que lo hizo famoso. Crear figuras voluminosas, concentrarse en formas grandes hizo que pusiera de moda los tamaños grandes; incluso cuando trató en su obra artística la violencia en Colombia o las torturas en Abu Ghraib.
Fue realmente un artista disruptivo, adelantado a su época. Trató, sin quererlo ni proponérselo, el tema de las tallas grandes, de moda por éstos días. Me gustó un tweet que leí sobre el tema “las gorditas estamos de luto”, porque eso fue Botero, una vida dándole espacio a las curvas, lo voluptuoso, redondo, ancho, todas esas formas que en algún momento han sido satanizadas. Las tallas grandes ya abrieron un espacio protagónico en la moda, en los negocios. No me equivoco si afirmo que fue Botero quien puso de manera anticipada a los más rellenitos en las vitrinas, el spotlight y pasarelas del mundo. No solo fue esa su riqueza, su aporte, fue instalar una mirada distinta de las cosas simples. Claro, a esta dimensión llegó luego de dominar las técnicas de los clásicos; Botero primero fue un pintor ortodoxo antes de encontrar el camino de los grandes volúmenes.
Si alguien me preguntara como defino a Botero, yo diría que es contracorriente. Se fue en contra de los preceptos tradicionales, contra las modas, enfrentó detractores, ortodoxos de la época que no veían la belleza que plasman los gordos, su obra universal. Es una lección de vida, llevar a cabo lo que se piensa y se quiere. Sin duda Botero se fue contracorriente y se volvió universal, un rasgo que comparten todos los genios.