Dicen por ahí que la vida se compone de ciclos, de etapas, de nuevos comienzos; dicen que la vida misma es dinámica y que está llena de nuevas oportunidades. Un nuevo año, entonces, representa todo eso, viene cargado de emoción, esperanza, grandes expectativas, que muchas veces son tan altas que suelen venir de la mano con grandes decepciones.
A finales de año, en diciembre, todo parece ser color de rosa, pero nadie habla de lo duro que es comenzar doce meses, llenos de buena vibra, buenas energías, buenos proyectos, pero heredando todos los problemas y circunstancias que se traen del año pasado.
Tantas expectativas propias y ajenas, esperan mucho de nosotros; hay tanta presión, que no sabemos si podremos estar a la altura. ¿No les parece que el año comienza con mucha presión? Presión para que se vean cambio reales, que haya una evolución y que este año sí sea ‘el año de nuestras vidas’.
El primer día de trabajo es eterno, largo, tedioso. Nadie está en el mood. El cuerpo se demora en arrancar, uno está elevado, lento, como si la mente siguiera en modo vacaciones. Lo describiría como “estar en cuerpo pero aún no en alma”.
Fuerte ese aterrizaje, ¡te sacude! Al interior de cada persona parece haber una especie de sensación de encierro, de estar atrapado, de querer estar afuera sin restricciones de tiempos o responsabilidades.
Aún nos quedan recuerdos, sensaciones de los días de fiesta pasados, de las risas, de la comida, de abrazos, la laxitud en los horarios, el relajo; esos días en los que podíamos hacer lo que nos provocara y que nuestra única misión era descansar, disfrutar y si mucho hacer ejercicio. Bueno, al menos así me pasa a mí, pero soy consiente de que habrá workaholics, esos adictos al trabajo que no ven la hora de llegar a la oficina, a sentirse útiles, a entrar en el frenesí de la rutina, el afán, las reuniones.
Estoy convencida de que existen muchas personas que tienen alma de ejecutivos, de empresarios y es allí, en ese entorno, que sienten que pertenecen. Para unos las vacaciones significan un escape, para otros, el regreso al trabajo es el suyo, la excusa perfecta para safarse de esos espacios familiares y de ocio. Con seguridad existen quienes sufren las vacaciones, las festividades.
Veamos el lado positivo: dice la sabiduría popular que ‘al que madruga, Dios lo ayuda’, y madrugar tiene sus ventajas, arrancas enfocado, ganas tiempo, te liberas de la pereza unos cuántos días o semanas antes. Las ciudades están más despejadas, se sienten tranquilas, bonitas, salir a caminar es más agradable, hay menos tráfico, si lo piensas, tienes la ciudad a tus pies por unos instantes.
Recomendaciones. Mirar lo menos posible las redes sociales, porque si tu Instagram es igual al mío, parece ser que todo aquel que conozco sigue paseando. Eso sí es duro, me hace cuestionar mi existencia. Por mí fuera, estaría en las mismas, pero el deber me llama.
Volver a la realidad es duro, queremos escribir una nueva historia, pero hay que chocarse con que más allá de las ganas, más allá de la emoción, hay cosas que toman tiempo, esfuerzo, determinación, constancia. No llegan de la noche a la mañana.
Cuánto nos dure esta energía, este impulso, este mindset depende de la audacia que podamos tener, la resiliencia y la planeación. Que no se nos pase este año en blanco, que usemos la gasolina de principios de año y que avancemos, así sea lento pero constante.