Escrito por: Carolina Suárez y María Gloria Cano
Todos los días en las calles y carreteras de Colombia, ocurren siniestros viales en donde se ven involucrados peatones. Mi abuelito Jaime, con un poco más de 60 años, fue uno de tantos que perdió la vida caminando tras ser atropellado por un motociclista que invadió el andén, dejando profunda tristeza y vacío en toda la familia. Su historia emula lo que sucede con alrededor de 1.600 peatones que fallecen cada año como consecuencia de un siniestro vial, en situaciones que hubiesen podido evitarse. De hecho, se denomina siniestro a diferencia de accidente dado que hace referencia a un hecho previsible.
Estas cifras nos atañen porque todos somos peatones y al carecer de “revestimiento exterior” somos los más vulnerables en las vías. Es muy preocupante en el caso de nuestras niñas, niños, adolescentes y adultos mayores, por las características propias de la etapa vital en la que se encuentran: los siniestros de tránsito son la primera causa de muerte por factor externo en los adultos mayores y la segunda causa en las niñas, niños y adolescentes.
¿Qué factores determinan que las niñas, niños, adolescentes y adultos mayores peatones crucen la calle en situación de riesgo? ¿Cómo incide la infraestructura existente? ¿Existen diferencias entre grupos de población? Estas preguntas se las hizo la Agencia Nacional de Seguridad Vial (Ansv) y se respondieron en un estudio cualitativo sobre la movilidad peatonal de los niños, niñas, adolescentes y adultos mayores realizado entre 2021-2022 por la Unión Temporal Econometría - SEI (Contrato ANSV 139 de 2021).
Somos peatones, algunas veces por falta de recursos, y otras por opción dada la cercanía, funcionalidad o por salud. Las dinámicas de movilidad no son per sé un factor de riesgo, pero están mediadas por la intención de la movilidad, la hora, el día, la distancia, las opciones de transporte, el clima, la geografía, la infraestructura, la edad, el sexo, entre otros elementos. La pandemia fue un elemento coyuntural que incidió en la opción de ser peatón para evitar las conglomeraciones en el transporte público. Las niñas y los niños se desplazan normalmente con compañía de sus cuidadores en trayectos entre el colegio y la vivienda o hacia lugares de recreación. Las y los adolescentes tienen una mayor autonomía, y realizan recorridos más largos. Mientras que las y los adultos mayores peatones están motivados por actividades laborales, salud, recreación, prácticas religiosas, actividades bancarias o comerciales.
Como se dijo anteriormente, la movilidad en sí misma no es un factor de riesgo, y no tendría que representar peligros para las personas. El riesgo se da por factores internos relacionados con las decisiones o comportamientos temerarios o por factores externos determinados por la infraestructura o las decisiones de otros actores viales.
Entre los factores internos, en el estudio se identificó, por ejemplo, que en los adolescentes prima la distracción, viendo el celular o con audífonos, ir jugando, por retos motivados por sus pares. Los hombres adolescentes son más propensos a ponerse en situaciones de riesgo que las mujeres, más aún si están en grupo.
En las niñas y los niños, los riesgos están asociados a su inexperiencia al cruzar, el temor, o la distracción. Sus comportamientos y actitudes se dan a partir del ejemplo y enseñanzas de sus cuidadores, quienes carecen de saberes necesarios para transmitir de manera adecuada las normas, y ven la funcionalidad del trayecto que realizan, pero no lo asocian a un aprendizaje que están teniendo hacia sus niñas y niños.
Los adultos mayores, en algunos casos, asumen riesgos mediados por considerarse que deben ser respetados por los actores viales y por la disminución de sus habilidades físicas y/o cognitivas. En un contexto de calle que se ha vuelto complejo, se sienten ajenos al sistema, no se reconocen como peatones, ni corresponsables, esto conlleva a una mayor dificultad para aceptar y seguir las normas.
Entre los factores externos, los comportamientos de los demás actores viales como conductores de vehículos, motocicletas y bicicletas, son un factor que puede constituirse en riesgo. Son percibidos por los peatones con miedo. Pero entre todos, los motociclistas les representan el mayor peligro por sus movimientos erráticos e impredecibles a alta velocidad, muchas veces utilizando espacios como andenes. Según los peatones, los conductores, motociclistas y ciclistas no ven, no los reconocen como un actor con derechos en la vía, lo cual es paradójico si se piensa que una vez se bajan del vehículo, también son peatones.
Otro factor externo determinante del riesgo o la protección de los peatones es la infraestructura. Los andenes estrechos, desnivelados, deteriorados, con materiales resbalosos, invadidos por basura, vendedores ambulantes, carros y motos, obligan a los peatones a caminar por la vía y a compartir espacio con los vehículos. De igual manera, hay ausencia de pasos peatonales y de señalización, y el uso de los puentes peatonales se limita por la percepción de inseguridad o el deterioro.
Este panorama refleja los grandes desafíos existentes para gestionar la seguridad vial, pero en la medida que sean explícitos y se reconozcan existirá la posibilidad de enfrentarlos a favor de una movilidad más segura, en donde se eviten más casos como el del abuelito Jaime. Se hace necesario, por una parte, lograr transformar los conocimientos, actitudes y comportamientos de todos los actores viales como corresponsables de un sistema seguro a través de intervenciones pedagógicas, y por otra, crear una infraestructura segura, pensada en la protección de los peatones como los actores más vulnerables.